6. Nunca Sin Un Intercesor

Me gustaría saber lo siguiente: ¿Está usted involucrado con aspiradoras? Yo he estado asociado con las aspiradoras, la mayor parte de mi vida. Si retrocedo hasta mi niñez, me veo en uno de mis deberes de los viernes de tarde: pasar la aspiradora. Esto incluía encargarme de los accesorios eléctricos, las partes tapizadas, y los cortinados; absolutamente todo. Algunas veces, cuando mi madre no estaba mirando, jugaba un poquito por los alrededores; usted sabe, tratar de chuparse las mejillas. Una vez traté de aspirar mis cejas, lo que no fue demasiado inteligente. Lo hice sobre mis cabellos, y no sabe cuánto tuve que lamentar esa única vez. Pero había una cosa que era bastante clara. Y era que cuando usted abandona el vestíbulo, y trata de hacer una habitación más con el mismo enchufe, y el enchufe se sale de la pared, tiene un problema de corriente. Debe estar conectado a la corriente si quiere hacer el trabajo.

Ahora bien, yo podría haber retrocedido y desenchufado el cable, y luego haber ido a la aspiradora y tratado de que funcionara, poniéndola patas para arriba y empujando los cepillos rodantes para hacerlos girar. Todo esto sería muy estúpido. Sería un insulto a la fuente de energía, si usted piensa que tiene que agregar algún esfuerzo a su capacidad.

Ya sea que esté hablando acerca de la vid y las ramas, o de la aspiradora, o de los tranvías de San Francisco, usted no conseguirá algo, a menos que esté conectado con la fuente de poder. Lo cual nos lleva a un gran interrogante, el que a su vez ha conducido a una suerte de incomprensión acerca de Dios a través de los años.

Mucha gente cree, basada en un conjunto de párrafos de «El Conflicto de los Siglos», que durante el tiempo de tribulación que sigue al cierre del tiempo de prueba, los cristianos tendrán que vivir con sus propios poderes.

¿Ha oído alguna vez esto? ¿Ha oído que usted tendrá que vivir sin un intercesor?

No deseo poner en duda los hechos básicos presentados en «El Gran conflicto». Pero me gustaría que reconsiderara el contexto, y lo que realmente significan las declaraciones.

Algunos han llegado a concebir la idea de que vamos a necesitar una gran reserva de justicia en nuestras baterías, o suficiente justicia por hábito o momentánea, como una forma de guiarnos a través de este tiempo, cuando seremos nuestros propios dueños. Esta es una grosera distorsión del mensaje real del evangelio. Puede conducir a un verdadero desánimo a la gente débil, y a una sorpresa mayúscula a los más fuertes.

De modo que me gustaría dedicarme a eso. Lo miraremos desde el punto de vista de una respuesta típica, que he tratado de ofrecer en años anteriores, e incluso lo escribí en un libro. Le daré el intento de solución más primitiva, y luego la nueva aproximación que he descubierto recientemente. ¿Ha experimentado alguna vez que su cerebro se parte ampliamente con una idea enteramente nueva? Es una suerte de excitación, incluso puede ser exultante, especialmente si la idea es tan obvia que nota que ha estado demasiado ciego como para no verla antes. De cualquier manera, permítame echar una mirada a lo que significa vivir sin un intercesor.

En primer lugar, necesitamos reconocer que ningún ser creado por Dios, ya sea un nacido pecador, un ángel no caído o alguien no caído en un planeta distante, puede de manera alguna vivir con su propio poder. Es imposible. Nosotros no tenemos poder. No tenemos poder para vivir. No obstante toda nuestra genialidad y nuestra ciencia, la humanidad aún no ha llegado ni por cerca de producir vida. De modo que somos dependientes de Dios para cada latido de nuestro corazón (vea Hechos 17:28).

También somos dependientes de Dios para la justicia (vea Daniel 9:7). Hemos aprendido tanto de la Biblia como de la dura experiencia personal, que todos nuestros intentos de justicia se encaminan a producir sólo rasgos inmundos. De modo que, dependencia es la palabra clave para los seres caídos y los no caídos. Y no me diga que habrá un tiempo, durante el tiempo de tribulación por venir, cuando viviremos en base a nuestra propia preparación. Es imposible.

Ahora bien, esta idea de vivir sin un intercesor, nos lleva a echar una mirada escritural a la idea de intercesión. Comencemos con Isaías 53, donde tenemos el famoso capítulo del sufrimiento de Cristo. Él fue herido por nuestras transgresiones y molido por nuestras iniquidades. El versículo 12 dice: «Derramó su vida hasta la muerte». Esto es lo que se dice de nuestro Salvador: «Y fue contado con los pecadores». Estas son buenas nuevas para los transgresores. «Habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores». De modo que Jesús, nuestro Señor, por causa de su muerte y lo que le ha seguido, es alguien que intercede por los transgresores.

Romanos 8:26 incluye a otro miembro de la Deidad, el Espíritu Santo, como un intercesor: alguien que interviene cuando tenemos un problema. Note: «De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos…» Nosotros incluso no sabemos cómo orar correctamente. Estoy contento de que Dios reconoce esto, y de que nosotros podamos reconocerlo: «Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles». De modo que el Espíritu Santo intercede en nuestra vida de oración.

Y mientras estamos en Romanos 8, no pasemos por alto el versículo 34: «Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros».

Ahora vayamos a un texto interesante que es muy significativo en este contexto. Hebreos 7:25 dice: «Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios…» ¿Existe alguien, o usted sabe de alguien, que necesite ser salvado perpetuamente? «Oh, yo justamente pertenezco a la clase de medio pecadores», podría decir alguien. No, cuanto más vamos a Jesús, y más nos damos cuenta de su presencia, más sabemos que necesitamos ser salvados hasta lo sumo.

El texto continúa diciendo: «Viviendo siempre para interceder por ellos». ¿Por cuánto tiempo intercederá? ¿Vivirá para hacer intercesión por nosotros hasta el fin del tiempo de gracia? ¡No! No dice que intercede hasta el fin del tiempo de prueba. Él vivirá para hacer intercesión por nosotros siempre. De modo que desechemos esa idea de que habrá un tiempo cuando no tendremos intercesor. Por supuesto, esto nos lleva a otra pregunta: ¿Qué quieren decir ciertas personas cuando hablan acerca de vivir sin un intercesor?

Primero, permítame presentarle otras seguridades más del apóstol Pablo: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8:38-39).

Pablo arranca todos los impedimentos, recordándonos que nada puede separarnos de Jesús; y esto es verdad, excepto para la única persona que tiene la capacidad para separarme de Jesús: yo mismo. En la medida en que Jesús está interesado, él todavía sostiene su promesa original: «Yo estoy con vosotros siempre». ¿Dice: «Incluso hasta el fin del tiempo de gracia»? ¡No! Él dice: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). Bien, que al menos le toque pasar el tiempo de prueba. Pero lo último que verifiqué: el fin del mundo es sólo el comienzo de la eternidad, donde él continuará «viviendo siempre para interceder por nosotros». ¿Quiere decir que él seguirá intercediendo por nosotros, ya sea que esté dentro o fuera del santuario celestial, para siempre? ¡Sí!

Ahora vayamos a otro texto, Daniel 12:1, que trata del fin del tiempo de prueba, y del tiempo de tribulación cual no fue jamás. Note la expresión: «En aquel tiempo se levantará Miguel [o Cristo], el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo. ¿Los hijos de tu pueblo? De los de Daniel. ¿Quién fue Daniel? Uno del pueblo judío. ¿Cuál es la aplicación moderna? «Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa» (Gálatas 3:29). En otras palabras, Miguel, Cristo, se levanta por usted y por mí al fin del tiempo de gracia. No nos abandonará. Se parará por nosotros, así como lo estuvo el día cuando Esteban fue apedreado, y él miró y vio los cielos abiertos y a Jesús de pie. ¡Jesús no estaba por sentarse! Jesús no está por sentarse al ver la tribulación que vendrá sobre su pueblo, y sobre los hijos de su pueblo. Está parado por nosotros. ¿Se ve abandonado en ese momento? ¿Seremos dejados a nuestra propia suerte? De ninguna manera.

Aquí vemos la realidad de la continua intercesión de Cristo por nuestra salvación. Nunca estaremos sin un intercesor por nuestra salvación. En otras palabras, Cristo continuamente efectúa la intercesión que nos salva del pecado y de la muerte. Para los seres no caídos, su intercesión los guarda de la muerte y de la caída. De modo que si llegamos a estar sin un intercesor, deberá ser por alguna otra cosa que por la salvación. Lo consideraremos en un momento. Mientras tanto, permítame una pequeña mirada a lo que significa ser un intercesor.

«Cristo es el Sumo Sacerdote de la iglesia. Y él tiene una obra que hacer que ninguna otra persona puede realizar. Por su gracia, es capaz de guardar a todos de la transgresión» (Signs of the Times [Las Señales de los Tiempos], 14 de febrero de 1900). Parte de su obra en el cielo consiste en guardar a la gente de la transgresión. Los ángeles, los mundos no caídos y los santos que han aceptado su gracia están incluidos en su obra intercesora (salvación de caer).

«Es tan necesario que Cristo nos mantuviera por su intercesión, como que nos redimiera con su sangre… A los comprados por su sangre, ahora los guarda por su intercesión» (Manuscrito 73, 1893). Para mí, esto claramente indica que su poder para guardarnos de caer es exactamente tan necesario como su perdón. ¿Qué vemos aquí? Vemos perdón y poder disponibles. Los dos aspectos de la justicia de Cristo son perdón (imputado) y poder (impartido). Vemos justificación y santificación. Ambos están involucrados en su obra intercesora.

«Cristo intercede en favor del hombre, y esa misma obra mediadora conserva también el orden de los mundos invisibles» (Mensajes para los Jóvenes, página 252). Mediador e intercesor son sinónimos. Su obra como intercesor incluye mantener libres de caer a los otros mundos. Esos mundos se han dado cuenta de que ellos no pueden guardarse de caer, sin el constante poder de Dios. Adán descubrió, para nuestra gran pérdida, que no podía guardarse de caer, sin el constante poder de Dios. Enfrentémoslo, hermano o hermana: necesitamos admitir que necesitamos a Jesús. Ningún ser creado es capaz de mantener su propio corazón latiendo o viviendo con justicia, fuera de Dios; la idea de intercesión incluye tanto el perdón como el poder.

Vivir sin un intercesor ha sido explicado por algunos de esta forma: Quienes estén vivos cuando termine el tiempo de prueba, habrán descubierto cómo permitir que Dios los conduzca a aceptar su poder, de manera que no tengan que guardarse de caer nunca más. Esto deja fuera de acción al ministerio celestial, porque ya no se lo necesita para el perdón de los pecados. En otras palabras, existe un grupo de personas que vencerá, porque han entendido plenamente el poder de intercesión de Cristo, así como su perdón. Y cuando estas personas no estén pecando más, porque han aceptado el poder de Cristo, no necesitarán de su perdón. (Pero, sea como fuere, ¡esta gente aún necesitará de la intercesión de Cristo para el pasado, así como para el poder!)

Este concepto de estar más allá de la necesidad de intercesión, trae consigo sus problemas. Uno de ellos es que conduce a algunas personas al perfeccionismo, y la preocupación por la perfección no es buena, porque enfoca nuestra atención en nosotros.

La idea de que Jesús deja el santuario celestial y no tiene que perdonarnos más, nos conduce a otro problema: ¿Para qué necesitamos su gracia justificadora y su perdón? Después de todo, eso no nos sirve para nuestra pecaminosidad presente.

Todos tenemos un registro de ruta de viaje horroroso que enfrentar. Los pecados nos han sido perdonados a través de la intercesión de Cristo. Pero, si después de millones de años en el país celestial, alguien retrocediera y dragara nuestro pasado de las profundidades del mar, y si la intercesión de Cristo fuera removida, quedaríamos hundidos y ahogados con ese mal registro para siempre.

¿Por qué es que Dios es capaz de tomar ese registro de ruta, y echarlo en lo profundo del mar y no recordarlo nunca más? Sólo por causa de la eterna obra intercesora de Cristo. Su continua gracia justificadora tendrá cuidado de nuestro registro de ruta pasada para siempre. Por lo tanto, si nunca pecara otra vez, desde ese momento en adelante, todavía necesitaría su intercesión, en términos de perdón, por causa de mi pasado. Así, necesitamos ser muy cuidadosos si pensamos suprimir su intercesión por perdón, a menos que deseemos estar de pie en la presencia de Dios con todos nuestros pecados pasados cargados sobre los hombros.

En un intento por explicar «sin un intercesor» en un libro anterior, escribí algo similar a lo que he escrito arriba: «Dios nos habrá llevado por su gracia, a un punto donde ya no necesitaremos un intercesor para el perdón de los pecados, dado que ya se nos habrá dado la victoria. Pero siempre y para siempre necesitaremos su intercesión para obtener poder. Por supuesto, la razón de por qué ya no necesitaremos su intercesión por nuestra pecaminosidad, es que habremos descubierto su intercesión para recibir poder». Suena bien. Estaba convencido. Pero esta idea trajo otro problema.

¿Qué sucede con la gente que viene a Cristo treinta minutos antes de que termine el tiempo de prueba? Ellos no habrán tenido un lapso de vida para ser transformados por la gracia, y para llegar a ser vencedores. ¿Necesitarán algún perdón durante el tiempo final de tribulación? ¿Es posible que alguien pierda la paciencia y necesite perdón, por simplemente desear darle un puñetazo a una persona de la Coalición Cristiana de derecha, durante el tiempo de tribulación? El ladrón sobre la cruz no tuvo tiempo para crecer. ¿Estamos abriendo la puerta para algún tipo de cirugía indolora, que se realizará a favor de estos justos muertos, quienes no terminaron de crecer en Cristo, y por quienes viven y llegan treinta minutos antes de que se cierre el tiempo de prueba?

(Ahora, no estoy sugiriendo que en el cielo continuará el pecar. No creo eso. Tres problemas que nos dan muchísima perturbación, el mundo, la carne y el diablo, serán eliminados para siempre cuando venga el cielo. Por otro lado, estaremos tan desencantados con el pecado y tan dominados por la constante dependencia de un Dios amante, visible, que nadie elegirá separarse de él otra vez para siempre.)

Recientemente, alguien me mostró algo que me ayudó a entender exactamente lo que significan las declaraciones acerca de estar sin un intercesor en el tiempo del fin. Fue una idea enteramente nueva para mí. Miremos Apocalipsis 22:11. Aquí tenemos una declaración que se efectúa cuando termina el tiempo de prueba, cuando Miguel se pone de pie: «El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía». ¿Por qué se enumeran estos cuatro grupos aquí? Nunca antes lo había pensado. Porque Dios no dijo: «El que es justo, sea justo todavía; y el que es injusto, sea injusto todavía». En su lugar, habla de cuatro grupos distintos.

La identidad del primer grupo es obvia: «El que es injusto, sea injusto todavía». Es la persona que nunca aceptó la gracia justificadora de Dios, quien persistió hasta el final en resistir a las súplicas del Espíritu Santo; esta persona nunca fue cristiana y nunca intentó serlo. (En este grupo también encontrará a los apóstatas.)

Luego: «El que es impuro, sea impuro todavía». Esto es interesante. Lo dejaremos por un momento.

«El que es justo. practique la justicia todavía». ¿Quiénes son estos? Incluye al ladrón en la cruz. ¿Que él fue justo? Sí. Por causa de la justicia imputada de Jesús por él. Este grupo incluye a quienes aceptaron a Cristo treinta minutos antes del cierre del tiempo de prueba. ¿Son justos? Sí. Están cubiertos por la justicia de Cristo.

El último grupo mencionado, corresponde a los santos. «Y el que es santo, santifíquese más todavía». ¿Podría ser que aquí estuvieran los 144 mil? Son los que han estado en el camino, y han crecido y experimentado los dos aspectos de la mediación o intercesión de Cristo: tanto el perdón como el poder. Son santos sólo porque son vencedores, y no cayeron más.

No me uno al rango de quienes dicen que es imposible vencer al pecado. Su Biblia hace claro que siempre ha habido poder disponible para vencer (vea Hebreos 13:20-21; 2 Corintios 10:4-5). La victoria es posible antes de la segunda venida.

Por el proceso de eliminación, es fácil ver quiénes son los «impuros» de Apocalipsis 22. Busqué la palabra impuro con la computadora en la concordancia bíblica. No hay muchos «impuros» en la Biblia. Tiene que ver con quienes están tratando de producir su propia justicia, y todo lo que pueden producir son rasgos impuros (vea Isaías 64:6). Estas personas van en camino a permanecer impuras, a menos que acepten la limpieza de Cristo.

Y quizás «impuro» pueda también incluir a quienes han aceptado la limpieza de Cristo, pero luego se apartaron y volvieron al fango: los apóstatas. De cualquier manera, debe haber alguna razón por la que Dios indica aquí cuatro grupos distintos.

Pues bien, ¿es posible que, justo antes de que Jesús venga, haya un grupo que no necesitará el perdón de Dios? Sí. ¿Necesitarán todavía la cruz y su gracia justificadora por su pasado? Sí. ¿Podrán sostenerse sin un intercesor por poder? No. ¿Puede alguien sostenerse sin un intercesor (ángeles, mundos no caídos o santos)? No. Es imposible para cualquier ser creado, sostenerse de caer sin un intercesor para la vida y para la salvación.

Pues bien, ¿habrá algún momento, en algún sentido, en que este mundo estará sin intercesor? Aquí es donde me comienzo a sentir muy tonto, porque la respuesta es demasiado obvia. Oh, si pudiéramos leer con ojos abiertos, en lugar de recordar lo que hemos oído en nuestra vida; si fuésemos semejantes a los bereanos y escudriñáramos para ver si estas cosas son así. ¿Le gustaría tener la respuesta?

He aquí la respuesta para quienes piensan que estaremos sin un intercesor, cuando Cristo arroje el incensario. ¡Mire la siguiente famosa cita, y verifique el contexto!

«Cuando él [Cristo] abandone el santuario, las tinieblas envolverán a los habitantes de la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios. Nada refrena ya a los malos, y Satanás domina por completo a los impenitentes empedernidos». A la vista del santo Dios, el maligno se torna más furioso, exactamente como los dos endemoniados lo estuvieron en presencia de Jesús (vea Mateo 8:28-29) «La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los impíos han dejado concluir su tiempo de gracia; el Espíritu de Dios, al que se opusieran obstinadamente, acabó por apartarse de ellos. Desamparados ya de la gracia divina, están a merced de Satanás, el cual sumirá entonces a los habitantes de la tierra en una gran tribulación final. Cuando los ángeles de Dios dejen ya de contener los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de contención se desencadenarán. El mundo entero será envuelto en una ruina más espantosa que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén… El mismo poder destructor ejercido por santos ángeles cuando Dios se lo ordena, lo ejercerán los ángeles malvados cuando él lo permita» (El Conflicto de los Siglos, páginas 671-672).

¿Qué nos está diciendo este pasaje? Está hablando acerca de la Intercesión, la intervención que Dios ha manifestado para guardar a este mundo de caerse a pedazos. Eso llega a un fin. Cuando este mundo ya no tenga más un intercesor contra Satanás, y los cuatro vientos sean dejados sueltos, todo el infierno se desatará. Esto es lo que significa, cuando ambos, tanto los justos como los impíos, vivirán sin un intercesor. ¿Asustado? ¡Sí! ¿Estaremos aterrorizados? Probablemente sí. Porque aún somos humanos y todavía tenemos sentimientos. Recuerde el tiempo de angustia de Jacob. Será un tiempo de ansiedad. Pero no necesitamos ser devastados por eso.

Si usted está entre el pueblo de Dios, probablemente estará en alguno de los siguientes tres lugares durante ese tiempo: O estará en prisión (y no estará demasiado asustado, porque los ángeles vendrán y harán de la prisión un palacio), o estará peleando para llegar a las montañas y rocas, o ya estará escondido en las montañas y rocas.

Hay promesas para los hijos de Dios doquiera estén: en prisión, huyendo, o en las rocas y montañas. Su pan y agua serán seguros (pero no galletitas de chocolate y golosinas). Y usted tendrá a su alrededor las fuerzas del cielo duplicadas, triplicadas y cuadruplicadas, porque los ángeles y el Espíritu Santo, quienes abandonaron al malvado porque el malvado los rechazó, redoblarán su guardia alrededor del pueblo de Dios. ¿Solos? Nunca. ¿Sostenidos con nuestro propio poder? Jamás. (Dios también intervendrá por nosotros, por medio del envío de las siete últimas plagas, las cuales le darán al impío algo en qué pensar durante ese tiempo.)

«El amor de Dios para con sus hijos durante el período de prueba más dura es tan grande y tan tierno, como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la imagen de Cristo se refleje perfectamente» (El Conflicto de los Siglos, página 679). Evidentemente, Dios tiene un propósito para el estrés que tendrá que pasar su pueblo. Bajo tal estrés, quienes vienen a Cristo treinta minutos antes del fin del tiempo de gracia, podrán crecer lo suficiente en tan corto tiempo como lo hicieron los demás en años.

Bien, ¿qué hacen estas conclusiones por nosotros? Estoy agradecido de recibir, en mi corazón, que la intercesión y la mediación de Cristo en mi beneficio, tanto por perdón como por poder, continuará inquebrantablemente para siempre. La única cosa que cuenta en este punto es: El Señor ya viene, ¿estamos listos? Si en este punto usted ha sido una víctima, semejante a algunos de nosotros, de la idea de que con el fin de estar listo y de prepararse debe comenzar a tratar de vivir una vida mejor, olvídelo. ¡Olvídelo! Hay una sola cosa que deberíamos hacer para prepararnos o estar listos: que nuestra «aspiradora» esté enchufada. Hacer que nuestro tranvía tenga su parte superior tocando la fuente de energía eléctrica. Conseguir que nuestras ramas estén unidas a la Vid. ¿Cómo hacerlo? Es tan simple, que los niños y las niñas pueden comprenderlo. Caiga de rodillas delante de su Biblia, y estudie la vida de Cristo, y busque entenderlo como su mejor amigo. Eso es todo. Y si usted no tiene tiempo para eso, usted no tiene tiempo para vivir, ni incluso otro momento. Porque esta es la forma en que su obra intercesora acontece en nuestro beneficio. «Los que tardan en prepararse para el día del Señor, no podrán hacerlo en el tiempo de la angustia, ni en ningún momento subsiguiente. El caso de los tales es desesperado» (El Conflicto de los Siglos, página 678).

«Debemos damos tiempo para orar. Si nos dejamos absorber por los intereses mundanos, el Señor puede darnos ese tiempo que necesitamos, quitándonos nuestros ídolos, ya sean éstos oro, casas o tierras feraces» (El Conflicto de los Siglos, página 680). ¿Por qué? Porque nos ama.

¿Admitiremos que lo necesitamos? ¿Admitirá que lo necesita? Retrocedamos hasta 1855. En ese año Frederick Whitefield escribió un canto de confesión y admonición. Y si usted se encuentra en el cuadro que él pintó, cántelo ahora.

Jesús, te necesito, pues soy tan pobre y vil; recorro, peregrino, un mundo muy hostil. Tu amor será mi apoyo; me anima ver tu faz; en medio del peligro descanso en tu paz.

Jesús, te necesito; muy pronto te veré, y en calles celestiales contigo andaré. Y con los redimidos elevaré mi voz cantándote loores, mi Salvador, mi Dios.