Imagínese conmigo en el escenario del cielo, bien atrás en el tiempo, antes del comienzo de la historia de este mundo. Lucifer ha cantado. Dios lo llama a comparecer ante su trono y allí mismo lo destruye. A la mañana siguiente los ángeles se reúnen alrededor del trono y preguntan: «¿Dónde está Lucifer?»
Dios dice: «Se ha ido».
Los ángeles inquieren: «¿Qué significa ‘ido’?»
Dios responde: «Lo maté».
«¿Lo mataste? ¿Qué significa ‘maté’?»
«Lo destruí porque había pecado».
y los ángeles interrogan: «¿Pecado? ¿Qué es eso? ¿De qué nos está hablando?»
Dios dice: «¿No confían en mí?»
Y ellos dicen: «Bien, siempre confiamos … hasta ahora». Hay gente que dice que no hay necesidad de un juicio investigador, porque el Señor conoce quiénes son suyos. ¡Por supuesto que lo sabe! Pero si Dios hubiera deseado pasar por alto nuestra inteligencia, dejando nuestras preguntas sin responder y tener un gobierno basado en una verdad ciega, lo tendría que haber comenzado hace mucho tiempo atrás, ¿verdad? Si hubiese deseado usar tal aproximación, podría haberlo hecho mucho tiempo antes del comienzo del pecado y al menos habernos librado de todos los años de dolor y miseria que el pecado nos ha traído. Pero no lo hizo. Eligió permitir que el pecado se mostrara a sí mismo hasta el mismo fin, de tal modo que nunca surja de nuevo. Y ha operado de esa forma durante toda la gran controversia, para que cada uno de nosotros pueda basar su confianza en una comprensión inteligente de sus métodos.
¿Quién necesita del juicio investigador?
Quizá recuerde haber oído acerca del encuentro de Glacier View, donde los administradores y los teólogos de la iglesia discutieron algunos de los temas relacionados con el juicio investigador. Cuando llegó el sábado inmediatamente siguiente a ese encuentro, la iglesia en el Colegio Unión del Pacífico invitó a algunos de los delegados a Glacier View a dar un informe preliminar. La iglesia estaba atestada. Después de los informes iniciales desde el frente, hubo tiempo para preguntas y respuestas con micrófono circulante. En un momento dado, un hombre, ubicado en la parte del fondo del templo, saltó de su asiento y preguntó con voz grave: «De todos modos, ¿quién necesita del juicio investigador?»
¿Necesitamos un juicio investigador? Dios necesita de dicho juicio; no para su información, sino más bien para su vindicación (¡Dios necesita ser vindicado para vindicamos!). Nosotros lo necesitamos; no para nuestra vindicación, ¡sino más bien para nuestra información! Los ángeles y los mundos no caídos necesitan del juicio. Y paralelo a esto, la fiscalía -el diablo y sus ángeles lo demanda. Este juicio tiene una parte vital en la vindicación de Dios delante del universo.
Mientras tratamos de entender los asuntos involucrados en la necesidad de un juicio preadvenimiento, retrocedamos a las típicas escenas de una corte de los años pasados. En aquellos días, cuando había bombeadores en el patio trasero, y lámparas de querosén sobre mesas cubiertas de hule, a menudo existía un juez distrital que viajaba de un lugar a otro para sentarse en un tribunal, y juzgar las disputas que habían surgido desde la última vez que había estado en la ciudad. De hecho, el orden de los eventos en un proceso judicial no ha cambiado demasiado hoy, incluso en la suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. En primer lugar, para que haya un juicio debe haber una acusación. Luego viene el comunicado de que la corte va a convocar a juicio. Hay una audiencia del caso particular, la cual involucra investigación de las evidencias. Después de la investigación, el juez o jurado toma la decisión concerniente al caso, y dicta el veredicto: culpable o no culpable. Finalmente, se pronuncia la sentencia y luego se la ejecuta.
Algún tiempo atrás tuve el privilegio de encontrarme con un grupo de abogados provenientes de la Unión del Lago, Estados Unidos. Ante mi requisitoria, estos abogados tuvieron reminiscencias acerca de la forma en que la justicia era considerada en los días de la primitiva historia norteamericana. Al margen de esa discusión, surgió una parábola. Tenía el sabor a Lejano Oeste, en un tiempo cuando la frontera occidental estaba en Illinois. Estaba dividida en dos partes. Quizá lo ayude a entender el propósito del juicio investigador un poco más claramente.
Cómo se procedió
Reinaba gran excitación en el pequeño poblado de Mill Creek aquella tarde de 1845. Había llegado el juez de los nueve distritos de Illinois: David Davis de Bloomingdale. Como era usual, venía acompañado de varios juristas distritales, incluido uno llamado Abraham Lincoln. La presencia de Lincoln contribuía a suscitar la excitación, porque los ciudadanos de Mill Creek no olvidaban las veces en que viniera a la ciudad con el Juez Davis. Porque, además de ser un excelente jurista, Abraham Lincoln contaba los relatos más cómicos que alguna vez se hayan oído.
Habían pasado casi seis meses desde la última sesión judicial en Mill Creek, por lo que se había acumulado una gran cantidad de casos para tratar. El viejo Thomas Jacobs era sospechoso de haber prendido fuego a la herrería. Él y el herrero se habían cruzado palabras muy fuertes. El viejo Thomas había hecho bastantes amenazas de tono subido, y esa misma noche la herrería ardió hasta los cimientos. Hubo testigos que decían haber visto al viejo Thomas por allí, en medio del fuego, riéndose a más no poder y palmoteándose las rodillas.
Luego estaba la pelea en la taberna entre Henry Whitney y Ebenezer Bates. Whitney finalmente había sacado su revólver y abatido a Ebenezer a sangre fría. Algunos decían que Ebenezer sólo le había preguntado por algo, y que Whitney sólo se había defendido. Pero otros estaban del lado de Ebenezer y decían que había sido asesinado, lisa y llanamente.
Quizás el caso más sobresaliente era el de Jess Adams. Un día había cabalgado hacia la ciudad, y fue directamente al Banco de Mill Creek, y allí dirigió su pistola hacia el cajero y demandó todo el efectivo del Banco. Se las había ingeniado para escapar hasta unos 25 kilómetros del pueblo, antes que el sheriff y sus agentes lo atraparan. Y había estado en la cárcel del pueblo desde entonces.
Aparte de estos casos espectaculares, estaban las disputas usuales sobre límites de propiedad, deudas y juicios hipotecarios, demandas por calumnias, etc. Y un hombre llamado Silas Foster estaba acusado de robar cerdos.
Se hizo el anuncio de que la corte sesionaría a la semana siguiente, y la gente se enfrascó en sus asuntos legales. Los juristas comenzaron a trabajar en los casos asignados. Llegó el tiempo anunciado, y se emplazó el juicio distrital.
Todo el pueblo se agolpó en la sala de la corte, y durante cada receso se podía escuchar discutir acaloradamente los pros y los contra de cada caso. Los abogados examinaban e interrogaban, y presentaban objeciones en toda oportunidad. Abe Lincoln tenía una destreza especial para traer la verdad a la luz, y, en un caso que defendió, incluso el fiscal terminó admitiendo que estaba en lo correcto. Mientras la gente escuchaba cada caso y oía las evidencias por sí misma, estaba convencida de que se hacía justicia.
Uno por uno los casos eran traídos delante de la corte. Los juristas se retiraban a deliberar, y luego se emitía el veredicto: culpable o no culpable. Mientras el Juez Davis sentenciaba a quienes habían sido encontrados culpables y absolvía a quienes habían sido encontrados inocentes, el pueblo estaba satisfecho.
La última mañana en que el juez y sus abogados estuvieron en la ciudad, hubo un ahorcamiento. Henry Whitney había sido encontrado culpable de asesinato. Luego el juez distrital y su comitiva se dirigieron a la siguiente ciudad.
La segunda parte de esta parábola cubre el mismo terreno. Vayamos al comienzo otra vez, ¡por favor! ¿Me sigue? Esta vez el relato es acerca de…
Imagínese conmigo en el escenario del cielo, bien atrás en el tiempo, antes del comienzo de la historia de este mundo. Lucifer ha cantado. Dios lo llama a comparecer ante su trono y allí mismo lo destruye. A la mañana siguiente los ángeles se reúnen alrededor del trono y preguntan: «¿Dónde está Lucifer?»
Dios dice: «Se ha ido».
Los ángeles inquieren: «¿Qué significa ‘ido’?»
Dios responde: «Lo maté».
«¿Lo mataste? ¿Qué significa ‘maté’?»
«Lo destruí porque había pecado».
y los ángeles interrogan: «¿Pecado? ¿Qué es eso? ¿De qué nos está hablando?»
Dios dice: «¿No confían en mí?»
Y ellos dicen: «Bien, siempre confiamos … hasta ahora». Hay gente que dice que no hay necesidad de un juicio investigador, porque el Señor conoce quiénes son suyos. ¡Por supuesto que lo sabe! Pero si Dios hubiera deseado pasar por alto nuestra inteligencia, dejando nuestras preguntas sin responder y tener un gobierno basado en una verdad ciega, lo tendría que haber comenzado hace mucho tiempo atrás, ¿verdad? Si hubiese deseado usar tal aproximación, podría haberlo hecho mucho tiempo antes del comienzo del pecado y al menos habernos librado de todos los años de dolor y miseria que el pecado nos ha traído. Pero no lo hizo. Eligió permitir que el pecado se mostrara a sí mismo hasta el mismo fin, de tal modo que nunca surja de nuevo. Y ha operado de esa forma durante toda la gran controversia, para que cada uno de nosotros pueda basar su confianza en una comprensión inteligente de sus métodos.
Cómo no se procedió
Reinaba gran excitación en el pequeño poblado de Mill Creek aquella tarde de 1845. Había arribado el juez de los nueve distritos de Illinois: David Davis de Bloomingdale. Como era usual, venía acompañado por Abe Lincoln y varios juristas distritales.
Habían pasado casi seis meses desde la última sesión judicial en Mill Creek, y se había acumulado una gran cantidad de casos por tratar.
El viejo Thomas Jacobs era sospechoso de haber prendido fuego a la herrería. Luego de una pelea en la taberna entre Henry Whitner y Ebenezer Bates, Ebenezer estaba muerto. Jesse Adams estaba en la cárcel aguardando un juicio por robo al Banco. Y estaba la habitual variedad de disputas menores.
Se anuncia que la corte sesionaría inmediatamente. Todo el pueblo se agolpa en la sala de la corte. El Juez Davis blande su martillo sobre el escritorio y dice: «Thomas Jacobs, no culpable. Silas Foster, no culpable. Henry Whitney, culpable por portar un arma, a ser colgado al amanecer. Jesse Adams, no culpable. La corte se cierra».
El fiscal pega un salto: «Usted no puede hacer esto», reclama. «¿Dónde cree que está? Usted no puede absolver a esta gente sin un juicio imparcial, ni puede sentenciarlos antes de que se haya probado su culpabilidad».
La gente de la ciudad se pone de lado del acusador. «Él está en lo correcto», dicen. «¿Cómo puede el juez saber quién es culpable y quién no lo es?»
Abe Lincoln levanta su voz para hacerse oír por encima del tumulto. «¿No tienen confianza en el juicio? El juez sabe quiénes deben ser absueltos. Ha estado observando las cosas mientras estaba en Bloomingdale. Ha guardado registros cuidadosos. Tiene evidencias, y no comete errores».
Pero la gente se agita aún más. «El juez puede tener evidencias, y puede no tenerlas», dicen. «Pero nosotros no tenemos evidencias. No es suficiente pretender tener evidencias. La evidencia debe ser examinada abiertamente, antes de que se emita la sentencia. Toda la corte necesita ver la evidencia, no solamente el juez».
Los abogados distritales tratan desesperadamente de convencer a la gente de Mill Creek de que se debe confiar en el juez. Pero la gente insiste en que la verdad debe basarse en una comprensión inteligente de las razones, para las decisiones del juez. La última mañana el juez y sus abogados están en la ciudad; hay un ahorcamiento. Es colgado el juez.
Lo siento por los jueces
De manera que, ¿quién necesitaba el juicio investigador en Mill Creek? ¡Quienes estaban acusados! El fiscal lo necesitaba. ¡Todo el pueblo lo necesitaba! Y al final, ¡incluso el juez lo necesitaba!
Dios fue vindicado en la cruz por proveer perdón para cada uno en todo el mundo. Por medio de la muerte de Jesús se pagó la penalidad del pecado, y Dios ahora puede ser justo y el justificador de quienes creen en él. Sin embargo, el juicio investigador muestra al universo que Dios está justificado en perdonar al que consigue perdonar. Porque independientemente del hecho de que la cruz fue un sacrificio suficiente para todo el mundo, sólo quienes lo acepten conseguirán perdón. Y finalmente, el juicio durante los mil años justifica a Dios por no perdonar a quienes no deben ser perdonados. Repasemos una vez más. (1) La cruz justifica a Dios para perdonar a alguien. (2) El juicio investigador justifica a Dios por perdonar a los que consiguen el perdón. Y (3) el juicio por espacio de mil años justifica a Dios por no perdonar a quienes no consiguieron el perdón.
Dios está intentando conseguir que toda persona entre en su reino para siempre. Pero también intenta asegurarse de que cuando consiga hacernos entrar allí, seamos felices para siempre. ¿Podría usted ser feliz por siempre, en el cielo, si sus amados más queridos estuvieran ausentes y no sabe por qué? Dios desea que usted sepa por qué, y que lo sepa con claridad. Porque no sólo desea que usted esté en el cielo, y que sea feliz allí, sino que también está absolutamente comprometido en manejar las cosas de tal manera, que el problema del pecado nunca surja otra vez. Y el juicio investigador es uno de sus métodos para lograr esto.
Existe un grupo de personas que peregrina para estar algún día, sobre un mar semejante a un vidrio, y usted, no lo dude, está esperando ser uno de ellos. Apocalipsis 15 dice que ellos cantan un canto, llamado el Canto de Moisés y del Cordero. Y cantan: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos» (versículo 3). Esto significa que cuando conseguimos ir al cielo, ya sea que nuestros amados estén o no estén allí, existe un plan que nos capacita para ser felices para siempre, y seguir cantando desde lo más profundo del corazón, sin reservas: «Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos». De manera que, ¿quién necesita el juicio investigador? Usted y yo.
Pero alguien dice: «Espere un minuto. Si el juicio investigador comenzó en 1844 y terminará un poco antes del regreso de Jesús, y si nosotros no podemos estar allí, ¿cómo será para nosotros?»
¡Pero es que todos estaremos allí! ¿Sabe cuándo usted y yo compareceremos en el juicio investigador? Cuando vayamos al cielo y formulemos algunas preguntas, durante los mil años. Imagine que detiene a un ángel que está pasando, y le dice: «Por favor, ¿es correcto hacer preguntas aquí?»
Él dice: «Por supuesto. ¿Qué desea preguntar?»
Y usted le formula sus preguntas. Él replica: «Estoy encantado de que preguntara. Tuvimos un juicio preadvenimiento específicamente para este propósito, y me gustaría mostrarle qué se hizo en dicho juicio». De modo que asistiremos al juicio investigador durante los mil años, ¿correcto? No podría haber mil años, durante los cuales incluso juzgaremos a los ángeles (de acuerdo con las Escrituras), si antes no hubiese tenido lugar el juicio preadvenimiento.
Ideas distorsionadas acerca del juicio
Algunas veces se ha retratado el juicio como un tiempo cuando los ángeles salen del cielo con calculadoras, y suman todos nuestros actos buenos y todos nuestros actos malos. Y si tenemos 4090 hechos buenos y sólo 4080 hechos malos, entonces entramos. Recuerdo que cuando era muchacho armaba aeroplanos en el aserrín, mientras mi padre y mi tío llevaban adelante sus reuniones evangelizadoras. Estaba agradecido de que mi apellido fuera Venden y no Adams, porque, por supuesto, ¡Dios juzga alfabéticamente!
Hemos comprendido muy mal el propósito de los libros de registro que Dios lleva y, por causa de ello, algunos han estado ansiosos por excluir totalmente la idea de libros. Pero los libros son una enseñanza bíblica. Apocalipsis 3:5 nos habla acerca de ellos: «El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles». En las Escrituras se habla repetidamente de libros. Pero no necesitamos malgastar nuestro tiempo, tratando de resolver si ellos tienen encuadernación de lujo, o están en rústica, o preguntarnos cuánto sabe Dios cerca de computadoras y microfilms. Los libros representan los registros que Dios guarda.
Usted no puede ver a Dios despreciar los registros del mal, porque el diablo ha mantenido un registro de todos los pecados que nos ha hecho cometer, y dice: «¿Deseas guardar registros? Muy bien, te mostraré cómo llevar registros». Y Dios lleva un registro minucioso; no con el propósito de no permitimos el ingreso al cielo, sino con el fin de hacemos entrar en el cielo a pesar de las acusaciones del diablo.
De acuerdo con las Escrituras, hay un juicio preadvenimiento. Apocalipsis 14:6-7 nos habla acerca de ello: «En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: ‘Temed a Dios y dadle gloria porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el Cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas’. No fue hasta el tiempo del mensaje del primer ángel que las buenas nuevas podían incluir el mensaje de que la hora del juicio había venido, pero han sido eternas buenas nuevas que la hora del juicio de Dios haya llegado. Que Dios haya programado un juicio preadvenimiento para abrir los registros delante del mundo entero, antes que venga con la recompensa para cada persona, son buenas nuevas ahora y siempre lo serán.
Las malas nuevas explican las buenas
Una de las razones por las que muchos están teniendo tribulaciones en aceptar las buenas nuevas del juicio, es que nunca han aceptado realmente las malas nuevas del evangelio. Es el legalista quien se queja de que la enseñanza del juicio investigador daña su seguridad. El legalista tradicional mira al juicio investigador, y comienza a obrar para llegar a ser lo suficientemente bueno para pasarlo. Su atención no está en Jesús y su sacrificio todo suficiente. Está en sí mismo y en sus propias obras. Su preocupación lo muestra como un legalista, porque está mirando sus obras como la causa de su salvación, en lugar de mirar a Jesús y lo que ya ha hecho.
El «legalista evangélico» dice: «Es lo que Jesús hizo en la cruz lo que nos salva». ¡Pero luego se engaña con el hecho de que interiormente todavía descansa en el sistema de salvación por obras, cuando tiene que deshacerse del juicio investigador para conservar su seguridad! Si el sacrificio de Jesús es la base de nuestra salvación y Jesús lo pagó todo, todo lo que le adeudo, entonces no debería perturbar nuestra seguridad ni una jota que se investiguen nuestras obras. Olvidamos que el perdón es un don, no algo que podemos ganar o merecer de alguna forma. También olvidamos que la obediencia es un don, y que el único prerrequisito para recibir un don es entrar en relación con el Dador. El que está mirando a Jesús, no sólo por perdón sino también por poder para vencer, puede continuar mirando a Jesús durante el tiempo del juicio, descansando en la seguridad de que quien «comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). Entonces, el juicio se convierte en buenas nuevas, porque significa que podemos mirar hacia arriba y levantar nuestras cabezas, porque nuestra redención está cerca.
Es posible hacer un estudio cuidadoso de la escritura profética, concerniente a este pilar de nuestra fe, y poner al descubierto todo el apoyo bíblico para ello, y sin embargo, aún perder su significado para nuestras vidas. (A propósito, muchos de los aparentes problemas, se resuelven fácilmente si recordamos que Daniel 7, 8 y 9, son una unidad -no Daniel 8 por sí solo-, y que se los debería estudiar juntos.) Pero nuestra mayor necesidad como iglesia no es más erudición e investigación. Nuestra mayor necesidad es experimentar el conocimiento personal de Jesús y la relación con Él, de manera que podamos recibir sus dones de remisión y perdón, de arrepentimiento y obediencia, incluso el don de la seguridad que viene de conocerlo y amarlo.
Hay más involucrado en la salvación, que la simple aceptación de una sola vez del sacrificio de Jesús. Es posible tener nuestros nombres anotados en el libro de la vida, pero luego tener que borrarlos. Mateo 24:12 y 13 dice: «Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que perseverare hasta el fin, este será salvo». Esta es la razón de por qué es necesario el juicio preadvenimiento. Su propósito es revelar, no descubrir sino revelar, a quienes no sólo aceptaron a Jesús, sino que continuaron aceptándolo día tras día, resistiendo hasta el fin.
Serían malas nuevas para quienes no han llegado a ser vencedores, tener sus nombres borrados del libro de la vida. Pero no soy yo el vencedor, lo es Jesús. Y si persevero hasta el fin en relacionarme con él, él verá en ello que yo también soy un vencedor.
Libre de la cárcel del diablo
Quienes están interesados en los eventos de los últimos días, deberían estar doblemente interesados en los mismos eventos finales. Se nos ha dicho, que en el fin, «habrá un solo interés prevaleciente, un solo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra» (Hijos e hijas de Dios, página 261). Se predijo noventa años atrás, que el último gran engaño de Satanás sería un ataque sobre el don de profecía a esta iglesia (vea Mensajes selectos, tomo 1, página 54). Y se nos ha dicho que otro de los últimos eventos, sería el intento por desacreditar nuestra creencia en la doctrina del santuario (vea El otro poder, páginas 52-54). Hoy estamos viendo el cumplimiento de estas profecías. Pero cuando permitimos que el tema de Cristo nuestra justicia absorba al juicio investigador, cuando vemos cómo aún el juicio es parte de las buenas nuevas, ¡entonces estamos protegidos contra los engaños finales de Satanás! ¡La verdad protege!
¿No son buenas nuevas, las de que ya estamos casi en el tiempo cuando seremos liberados de la cárcel del diablo? El Dios del cielo ha manejado la gran controversia de tal forma, que vendrá el tiempo cuando el mismo Satanás, por su propia elección, caerá de rodillas y admitirá que Dios ha sido imparcial y justo. «El fin del conflicto», en «El conflicto de los Siglos», nos cuenta acerca de ese dramático momento. Ocurre al final de los mil años. Es en el momento cuando todos los que hayan vivido o muerto, se encuentran por primera y última vez. Algunos estarán en el interior de la ciudad, mirando hacia afuera; otros estarán fuera de la ciudad, mirando hacia adentro.
El enemigo es arrancado de la dimensión en la que ha estado operando, y los ojos de todos se fijan en él. Isaías 14:16 y 17 dice: «Se inclinarán hacia ti los que te vean; te contemplarán, diciendo: ‘¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos, que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca les abrió la cárcel?’». Lo miraremos, quizá sobre alguna elevación, imponente por encima de multitudes de gentes, y diremos: «¿Es este el hombre?»
Tan pronto Satanás se incline y admita que Dios es justo, se odiará a sí mismo por ello. Saltará sobre sus pies y se precipitará entre los millones de seres, tratando de incitarlos para un último intento de tomar la ciudad. Pero su poder habrá desaparecido. Ellos simplemente permanecerán quietos y fijarán la mirada en él. Nadie hará un movimiento. Entonces descenderá fuego del cielo, y el pecado y los pecadores no serán más.
¿Piensa usted que los que están dentro de la ciudad estarán gritando, arrojando sus sombreros al aire y batiendo tambores? No, porque allí afuera pueden estar algunos de sus amados. Y cuando usted se imagina a Dios mientras él ve el fin último de millones de amados, ¿no puede ver sus lágrimas? Incluso Lucifer fue su hijo, su creación, el querubín cubridor. Y si Dios puso en el corazón de los padres y de las madres amar también al hijo o a la hija descarriado o descarriada, ¿piensa que Dios amará menos a alguien?
De manera que al mirar a la muchedumbre ese día, no piense que habrá mucha algarabía. Yo creo que podremos ver al Padre convulsionado en angustia. Podremos ver a Jesús sollozando. Los ángeles estarán llorando, y también nosotros lloraremos, mientras veamos al Padre diciendo adiós a sus amados hijos, que rehusaron amarlo.
Pero el Espíritu Santo, conocido como el Consolador, traerá el pañuelo y ayudará al Padre a enjugar sus lágrimas. Me gustaría estar allí. ¿A usted no? Será un tiempo terrible y solemne. Pero por causa de la forma en que Dios ha manejado el problema del pecado, incluso en parte por causa de la justicia revelada a través del juicio investigador, es una escena que jamás se repetirá a lo largo de todas las edades de la eternidad.