3. Las Malas Nuevas Acerca de la Obediencia

¡Alguna vez se sintió agotado de tanto cantar? Si su respuesta es no, entonces existen dos posibilidades: o usted no se cansa de cantar, o usted ya no canta. En cualquiera de esos casos, este capítulo no es para usted. Pero si su respuesta es Sí, entonces hay buenas nuevas para usted -y malas nuevas acerca de la obediencia, las cuales le pueden proporcionar un ánimo tremendo.

La mayoría somos capaces de aceptar, en algún momento u otro, las malas nuevas del evangelio: no podemos alcanzar o merecer la gracia perdonadora de Dios. Admitimos que todas nuestras buenas obras nunca podrán ganarnos la salvación. Pero no son las buenas obras las que nos desvelan por las noches mientras estamos acostados contemplando el cielo raso. ¡Es otro género de cosas! Leemos textos semejantes a Apocalipsis 3:5 y descubrimos que aun cuando nuestros nombres estén en el libro de la vida, es posible que sean borrados de allí. Vemos por doquier señales que enfatizan la cercanía de la venida de Cristo. Vemos el pecado y las faltas reinantes en nuestra vida. Y nos sentimos angustiados. Sabemos que no estamos haciendo todo bien. Y comenzamos a preguntarnos dónde se inserta la obediencia con lo que hemos creído acerca de la salvación por la sola fe en Jesucristo.

Ahora tengo una solución para usted. Le garantizo que funciona, y es a prueba de fuego. Usted tendrá que pulsar un botón. Si usted elige pulsar dicho botón, nunca fallará, o caerá o pecará de nuevo; para siempre. ¿Le interesa? Espere un minuto antes de decidir, porque una vez que oprima el botón, cercenará algunas de sus diversiones; puede cambiar su estilo de vida drásticamente. ¿Está seguro de que está listo para vivir sin pecar? ¿Está seguro de que desea hacerlo?

Pulse por victoria

Alrededor del mundo existen dos respuestas a esta oferta. Una respuesta es: «¡Rápido! ¡Muéstreme el botón!» La otra es: «¡De ningún modo! Tengo suficiente diversión de la manera que soy». Por lo general no hay punto intermedio.

¿Decidió pulsar el botón? (¡Sería interesante saber cuántos como usted lo han pulsado actualmente!) Sabemos que pulsar determinado botón, por no mencionar la partitura, en realidad no resolverá el problema del canto. Pero a menudo estamos deseosos de intentar algo, sólo por si acaso.

¿Alguna vez ha estado en un servicio religioso, donde escribió sus pecados en un pedacito de papel, y lo llevó al frente de la iglesia para ser quemado en un altar provisorio? ¿Alguna vez se ha sentado y ha hecho una lista de resoluciones para el año nuevo? ¿Alguna vez ha realizado promesas de jamás volver a pecar? Si vencer fuera tan simple, muchos de nosotros habríamos llegado a ser vencedores hace tiempo. De hecho, aun si vencer fuera extremadamente difícil, muchos habríamos llegado a ser vencedores largo tiempo atrás si sólo hubiésemos conocido con certeza cómo realizarlo. Pero no hemos llegado a saber cómo ponerlo en práctica, y así continuamos probando triquiñuelas inservibles.

¿Qué opciones están disponibles, para cuando usted ve el abismo entre su desempeño y el modelo de obediencia de Dios? Quizás hubo un tiempo cuando pensó que la solución estaba en que simplemente corriera más agua bajo el puente. Muchos jóvenes tienen la idea de que para cuando tengan veinte, o quizá treinta años, de alguna manera habrán resuelto del problema del pecado.

Pero quienes sobrepasamos los treinta, descubrimos que teníamos que elevar el número. ¡Ahora está por los cuarenta, o sesenta o noventa! ¡Justificación por senilidad! Y el complot se complica, porque las señales no son de naturaleza tal, que nos den mucha seguridad de tener la idoneidad de alcanzar la vejez con la suficiente capacidad, como para dejar de pecar antes de que Jesús venga otra vez, antes de que el tiempo de prueba termine para todos.

Hoy existen señales de la venida de Cristo que fueron profetizadas como las verdaderamente finales, antes de que Jesús regrese. Noventa años atrás, dos cosas fueron predichas que ocurrirían en nuestra iglesia en el mismo fin: (1) El juicio investigador sería probado, y (2) el espíritu de profecía sería atacado. Y, si sus ojos están abiertos, podrá ver que estas profecías se están cumpliendo por todas partes. El tiempo está llegando a su fin, y nosotros aún no somos vencedores.

Por causa de las evidencias de que la venida de Jesús ciertamente ocurrirá en nuestros días, la gente está entrando en pánico. Una de nuestras más grandes tentaciones es acomodar nuestra teología, para adaptarla a nuestra experiencia, en vez de buscar cómo cambiar nuestra experiencia, para adaptarla a la teología de Dios. Y a pesar de los intentos por esconder nuestra preocupación real, tendríamos que admitir que no es mucho lo que Elena de White dice, por ejemplo, acerca de las formaciones geológicas de los volcanes, y con lo cual estamos teniendo muchas tribulaciones. El problema es lo que ella dice acerca del pecado y la justificación. No pienso que la gente esté muy preocupada acerca de si ella tomó prestado material de William Hanna, Alfred Edersheim, o Uriah Smith. Pienso que están preocupados acerca de lo que ella tiene que decir con respecto al pecado y la justicia.

El mundo cristiano nominal (y por «nominal» quiero significar «sólo de nombre») ha enfrentado el problema por medio de tres enseñanzas: (1) La salvación fue garantizada en la cruz. (2) Todo lo que una persona tiene que hacer es creer. Y (3) nadie puede guardar la ley de modo alguno. Todas ellas han permeado nuestra iglesia. Hay fuerzas poderosas que obran tratando de inducirnos a simplemente aceptar la teología del mundo cristiano nominal. Somos urgidos a unirnos a ellos en la proclamación de que el juicio investigador es una farsa y el don espiritual a esta iglesia un engaño, y dar por sentado que somos vencedores. Por eso, resulta muy importante entender la misión de la iglesia al remanente, una misión que va más allá que la de Lutero y los otros reformadores, la cual prepara a un pueblo para la venida de Jesús.

La acusación original de Satanás fue que la ley de Dios no podía ser obedecida. Cuando el hombre quebrantó la ley de Dios, Satanás se regocijó y agregó otra acusación: el hombre nunca podrá ser perdonado. Ni idea tenía de que Dios pagaría la penalidad por sí mismo. Porque la vida y la muerte de Jesús hicieron posible que los pecadores fueran perdonados y la ley de Dios obedecida, no sólo por Jesús, sino también por quienes vivieran la vida de fe que él vivió. El doble mensaje de perdón y obediencia es el corazón de la misión del remanente, durante el tiempo de los tres ángeles y la obra final de Cristo en el cielo. Jesús, como nuestro Sumo Sacerdote, provee perdón a los pecadores y poder para obedecer. Estas dos verdades son igualmente necesarias. Es extremadamente importante que el pueblo final de Dios entienda esta doble obra de Cristo. De lo contrario, será imposible para ellos cumplir su misión. La justificación por la fe, la obra de Dios por nosotros, y la justicia de Cristo, la cual incluye la obra de Dios en nosotros, son los dos temas a ser presentados a un mundo que perece.

El tema principal del propio libro de Jesús, el libro del Apocalipsis, es el perdón. Victoria es la nota resaltante del mensaje de todo el libro. Se nos recuerda, vez tras vez, que la gracia de Dios incluye no sólo el favor inmerecido, sino también el poder inmerecido.

Pablo lo entendió, porque dice en Romanos 1:17: «El justo por la fe vivirá». Quienes han sido justificados por la fe, también deben vivir por la fe. No sólo la justificación viene solamente por fe, sino que del mismo modo, vencer viene sólo por fe. «Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él» (Colosenses 2:6). Toda la salvación se realiza a través de la fe en Jesús, y sólo por medio de la fe. Todo es un don gratuito.

Volver a la viña

Jesús usó la analogía de los obreros en la viña, para enseñar las malas nuevas del evangelio, y podemos unirnos nuevamente a él en la viña, para aprender acerca de las malas nuevas de la obediencia. Probablemente, Juan 15 sea uno de los pasajes más descollantes de todas las Escrituras: nos muestra cómo surge la obediencia, y al mismo tiempo, nos enseña que la obediencia genuina es natural y espontánea. Porque la obediencia es el fruto de la fe. Los frutos del Espíritu son los frutos de la fe. Y los frutos de la fe se desarrollan en nuestra vida de la misma manera como se desarrollan los frutos en un viñedo. El desarrollo sucede cuando las ramas están conectadas a la vid y permanecen en ella. «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí, nada podéis hacer» (Juan 15:4-5).

¿Qué significa la palabra habitar? Si usted recorre su Biblia y realiza un estudio de esa palabra, descubrirá que significa nada más y nada menos que «permanecer». Los dos hombres en camino a Emaús le dijeron al Extraño: «Mora con nosotros». Permanece con nosotros, porque ya es tarde. Existen dos cosas importantes en la vida cristiana. La primera es conseguir a Jesús; la segunda es permanecer con Jesús. En términos de la viña, lo importante de las ramas es llegar a estar conectadas con la vid, pero igualmente importante es que las ramas permanezcan unidas a la vid.

He aquí uno de los problemas en el mundo cristiano. La gente ha trabajado bajo el engaño de que si ellos se conectan con Jesús en algún punto del tiempo, él se encargará de todo de allí en adelante. Y se llegan a desanimar cuando descubren que ese no es el caso. Nada sucede porque sí, cuando nos unimos a Jesús, a menos que permanezcamos en él.

¿Y cómo permanecemos en él? De la misma manera como lo conseguimos. La conexión viene por la fe, y la fe viene por la comunicación. Si usted no se comunica con alguien, no estará personalmente familiarizado con él; no lo conocerá. Y si usted no conoce a alguien, no confiará en él. Es así de simple.

El más grande problema de nuestra iglesia hoy día es que no estamos conectados a la vid. No empleamos tiempo, día tras día, para comunicarnos con Cristo. No habitamos en él. Y el resultado será encontrar que estamos produciendo poco fruto, casi nada.

La obediencia genuina surge naturalmente como resultado de una relación continua con Jesús, así como el fruto viene naturalmente como resultado de que la rama continúa conectada a la vid. Reconocemos que este principio es verdadero para el mundo natural, y muchos admitimos que también es correcto para la vida espiritual. Pero a pesar del reconocimiento, una encuesta entre miembros de iglesia revela que sólo alrededor de uno de cada cuatro o cinco, está empleando alguna clase de tiempo en el estudio personal, diario, de la Biblia, y en la oración y la comunicación con Dios.

Si usted está interesado en llevar fruto, responda las siguientes preguntas: ¿Conozco a Dios? ¿Lo reconozco como mi Amigo personal? ¿Empleé un tiempo significativo para conversar con él esta mañana? ¿O estuve demasiado ocupado en mis planes? Dado que a partir de esta parábola de la vid y las ramas entendemos que, como ramas, no podemos hacer nada si no estamos unidos a él, entonces el único lugar legítimo para concentrar nuestro esfuerzo debería ser en llegar a estar conectados con él.

Pero esto nos plantea un problema: que el fruto no se desarrolla de la noche a la mañana. Y nosotros vivimos acelerados. De manera que cuando oímos que la base completa de la vida cristiana consiste en entrar en compañerismo con el Señor Jesús y mantenerse en comunión con él, decimos: «Esto suena bien. Creo que trataré de lograrlo». Entonces tratamos, y no funciona. Todavía cometemos errores y caemos, y fallamos, y pecamos. Y después de unos pocos días o semanas, o quizá meses, tiramos todo el negocio a la basura y volvemos a nuestras triquiñuelas, retrocediendo para tratar de ser lo suficientemente buenos y esperar, contra toda esperanza, que todo funcione.

¿Qué tratar después de probar relacionarse?

De modo que, ¿qué nos queda? Después que usted ha «tratado» de relacionarse con Jesús y no «funcionó», ¿qué tratará la siguiente vez? La respuesta es: Nada. Porque, en realidad, ¡usted no ha tratado de relacionarse con Jesús en ningún momento! La relación con Jesús involucra un compromiso total. Involucra darnos a nosotros mismos con la posibilidad de incluso llegar a ser vencedores separados de él. Involucra resolver continuar buscando a Jesús día a día, hasta que venga otra vez, no importa qué suceda con nuestra vida mientras tanto. Involucra llegar a estar absolutamente sujetos al único principio que Dios estableció como prioridad en su día: que lo invitemos a tener el control de nuestra vida, día tras día, ¡ya sea que alguna vez consigamos ir al cielo o no!

El propósito de la relación no es llevarnos al cielo. No consiste en otorgamos la victoria sobre nuestros pecados. El propósito de la relación es conocer a Dios como es nuestro privilegio conocerle. Es por consideración a él que lo debemos buscar día a día, no por consideración a nosotros. Y mientras es inevitable que quienes perseveran hasta el fin en buscar una relación continua con Jesús serán salvados y vencedores, ésta no es la razón primaria para buscar relacionarnos con Jesús.

El diablo sabe que si puede hacernos pensar que el propósito de la relación es para vencer, nos ganó. Cuando -por causa de nuestra inmadurez- hace que pequemos, consigue que descartemos la relación sobre la base del «no funciona». Tan pronto como consigue que desechemos la relación por cualquier razón, sabe que nos ha vencido.

Si usted tiene sus ojos abiertos, puede ver este propósito subyacente en todo aquello con lo que el diablo nos golpea. ¿Falló hoy? El diablo insinúa: «Bien puede ser que tengas que renunciar al relacionamiento; la próxima vez prueba otra cosa». ¿Está teniendo pruebas, tristezas y desánimos? Él aconseja: «Bien, puede ser que tengas que renunciar a esta pequeña relación, porque no funciona». ¿Está impaciente por desarrollar el fruto del Espíritu en su vida? Él sugiere: «Mejor trata alguna otra cosa, dado que este asunto de la relación está obrando demasiado lentamente».

Como verá, no puede mantener funcionado una relación si su motivación primaria es vencer pecados. Incluso si ha estado venciendo y experimentando la victoria, la cual es un subproducto de mirar a Jesús, es casi seguro que alguna vez miró a su alrededor, puso su atención en sí mismo, comenzó a examinarse por frutos, y volvió a caer y a fallar. Es una ley espiritual que cuando nos miramos a nosotros mismos, somos vencidos. Pero cuando miramos a Jesús, somos vencedores. Y una de las principales razones por las cuales toma tanto tiempo que el fruto se desarrolle, es porque insistimos en oscilar para atrás y para adelante entre dos extremos: primero mirar a Jesús y depender de su poder, pero luego examinarnos para ver cuánto estamos haciendo. ¡Cuántos de nosotros han pasado toda su vida cristiana como niños en un jardín: arrancando los minúsculos brotes verdes cada pocos minutos, para ver si hay algún rabanito por allí! ¡Esfuerzo mal dirigido!

¿Qué tratar, después de tratar la relación? No hay nada más que tratar. La relación es el fin del esfuerzo. Y he aquí por qué son malas nuevas: Porque no hay nada que usted pueda hacer para ganar o merecer su obediencia. Es un regalo. ¡Y estas son malas nuevas para la persona que ha hecho bastante bien, en lo exterior, buena parte del tiempo! Es una cosa humillante darse cuenta de que uno era tan incapaz de tratar con su pecaminosidad presente, como lo fue tratar con sus pecados pasados.

Pero a los efectos de la salvación, la respuesta está en el viñedo. Significa estar conectados con la Vid, continua e inquebrantablemente, día tras día. Es encontrar el gozo en la compañía del Propietario de la viña. Son malas nuevas porque usted no puede merecer nada de ello. !Pero aún son las mejores nuevas en el mundo entero!