2. Tribulación con Gracia

Un pensamiento verdadero para gente simpática: la gracia puede ser un problema. En efecto, la Biblia rebosa de relatos que muestran cómo la gracia, vez tras vez, malogra los planes tal como los conocemos.

El hermano mayor se enojó cuando el Padre organizó una fiesta para un crápula despilfarrador de dinero que, cayendo en desgracia, había regresado a casa.

Los empleados de tiempo completo refunfuñaron cuando el capataz entregó a todos los obreros de tiempo parcial, la paga por un día completo.

Las noventa y nueve ovejas son dejadas en el redil, mientras el pastor sale en busca de una que se ha perdido. Ahora bien, estos relatos pueden ser curiosos, e incluso útiles, si usted es un hijo vagabundo, el obrero de tiempo parcial o una oveja perdida. Pero un miembro de iglesia de cuarta generación, altamente capacitado, denominacionalmente educado y religiosamente comprometido con la iglesia, difícilmente pueda sentirse tipificado bajo tales términos. Todavía existe mucha de esa antigua religión corriendo a través de mis venas de muchacho bueno.

De manera que yo me identifico y simpatizo con el hermano mayor, el obrero de tiempo completo, y con las noventa y nueve ovejitas, aun cuando he oído estos relatos setenta veces siete y reconozco sus conclusiones ingeniosas semejantes a las que me contaba mi madre… La gracia parece estar contra mí, y eso no me hace ninguna gracia.

La gente buena, que toma estos relatos con seriedad, puede ver que parte de la tribulación con la gracia es que ésta no toma a la gente buena con seriedad. Al menos no tan seriamente como nos tomamos a nosotros mismos.

Un problema civil

Desde hace algunos años a esta parte me he enorgullecido de mí mismo por no ser un legalista, cualquier cosa que esto sea. El problema con la gracia es que ella no me deja espacio para compadecerme acerca de algo que soy o no soy, y es bastante sorda a los nombres con que me llamo … Lo cual me lleva a otro punto.

La gracia es incómoda no sólo para la persona legalista o religiosa. La gracia puede ser una cosa penosa incluso para la gente común delicada de estómago. Y si usted desea ir un poco más allá, le diré esto: Hay algo acerca de la naturaleza humana en general, que hace difícil para cualquiera de nosotros mantener una mano vacía. Porque si lo hacemos, la gracia llenará esa mano. ¿Y qué podría ser más incómodo que eso?

Los regalos son un problema para nosotros. Somos discípulos del «Haz Tu Propio Camino», del sistema de «Arrastra Tu Propio Peso». Nos sentimos capaces, confiados en nosotros mismos, altamente capacitados. Y somos culpables. Creemos, bien en lo profundo, que no merecemos nada para lo cual no hayamos trabajado, sufrido o pagado, y entrecerramos nuestros ojos en medio de la multitud que almuerza gratis. Por más que hablemos acerca de dar, muy a menudo no mezclamos la realidad con los negocios y las obligaciones; nos resulta embarazoso recibir un regalo cuando no tenemos forma de retribuir la atención.

Aceptar un regalo abiertamente … equivalente a caridad, para lo cual desde la niñez la gente simpática aprendió que es bueno dar y malo recibir.

Pero si la gente civilizada tiene dificultad para recibir la gracia como el regalo que es, nosotros también tenemos perturbaciones con su forma de trastrocar nuestro buen orden y ponerlo patas para arriba. Creemos en sombreros blancos y en sombreros negros, y no nos gusta la forma en que la gracia parece mezclarlos y elevarlos, y hacer que el sombrero equivocado cabalgue con la princesa a la puesta del sol, mientras el Sr. Merecedor permanece solo y despreciado por una total falta de equidad. Existe algo indómito alrededor de un Dios que promocionaría esa especie de fin para el espectáculo. Es obvio que todavía no lo hemos civilizado exitosamente hacia nuestro sentido de justicia y propiedad.

Pieles antiguas

Podría mencionar muchos otros problemas que posee la gracia, pero me detendré aquí y, en su lugar, nos dirigiremos a otro relato contado por Jesús. Incluso Jesús admitió que la gracia podría ser problemática.

«Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se pierden; pero echa el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente» (Mateo 9:16-17).

De modo que en el encuentro de lo nuevo y lo viejo podemos reconocer que la tribulación con la gracia es un problema con nosotros. Nosotros somos camisas viejas para vestidos nuevos, vasos antiguos para vino nuevo … demasiado orgullosos para el regalo.

Pero la gracia también alcanza a los hermanos mayores, y con ello una elección. Podemos sostenernos aferrados a la vida como nosotros pensamos que debería ser, asidos a todo lo que nos hace creer que somos buenos, y hacer las cosas que dan sentido a nuestra visión, y tener todo bajo control. O podemos seguir las aparentemente duras palabras sin sentido: «Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará» (Lucas 17:33), y abrimos a la gracia, creyendo que ella nos dará algo que va más allá de los odres hecho trizas y los contenedores rotos, aunque no tengamos ni la más remota idea de lo que resultará.

Yo, por mí mismo, no puedo decir qué sucederá, porque es la naturaleza de la gracia el sorprendernos. Y por el resto de nuestra vida, toda vez que pensemos que estamos desenvolviendo el último paquete y caminando a través de la última puerta, y estemos tentados a preguntar: «¿Qué más podría ser posible?», encontraremos algo para abrir depositado a nuestros pies, y algo para transitar descubierto delante de nosotros… Puedo decirle una cosa más: Quienes nos alejemos de nuestra justicia y perdamos nuestra vida, obtendremos una nueva visión de estos relatos perturbadores. Nos veremos a nosotros mismos como la oveja perdida de un rebaño de noventa y nueve, como el pródigo en la fraternidad de nuestro anciano padre, y crónicamente tardíos para nuestros trabajos de tiempo completo. Entonces podremos conocer a un Pastor, a un Padre y a un Patrón generoso. Podremos encontrar nuestra vida y reír ante lo inesperado de todo.

Porque tan seguramente como sabemos que nos hemos perdido, seremos encontrados. Encontrados por una gracia cuyo negocio no es hacer de gente buena mucho mejores, sino encontrar a uno vagabundeando y regresarlo a casa. Llevarlo al hogar para una fiesta.

(Usado con permiso del autor, Debbie Vanee. Originalmente publicado en la Adventist Review [Revista Adventista, en inglés el 7 de enero de 1988.)