«Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis y os será hecho… Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé». (Juan 15:7, 16)
Ha habido una tremenda incomprensión de la oración en la religión cristiana. Muchos hemos buscado en vano la enciclopedia acerca de la oración. Existen buenos libros acerca de este tema y cada uno tiene buenas connotaciones; pero parece existir un solo libro que lo dice todo acerca de la oración. Es indispensable que comprendamos en forma exacta este tema tan importante. El análisis de la parábola de la viña nos guía al tema de la oración y es interesante ver cómo Jesús incluyó este tema en esta presentación tan significativa. Leamos nuevamente las palabras de Jesús en Juan 15:7, 16: «Si estuviereis en mí y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis y os será hecho… No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis mucho fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, Él os lo dé».
Estos dos versículos nos extienden, lo que podríamos llamar un cheque en blanco. Todo lo que tenemos que hacer es llenar los espacios. Y siempre y cuando usemos las palabras: «En el nombre de Jesús», nos será concedido. Este es el concepto básico extensamente acariciado por muchos acerca de la oración. Estudiémoslo un poco más de cerca.
Ante todo, regocijémonos con la idea de que el que permanece en Cristo tendrá pedidos. No se nos dice: «Si estuviereis en mí y mis palabras estuvieren en vosotros, vosotros podéis pedir, o intentar pedir, o podríais pedir». En cambio, se nos dice que pediremos.
Según la unánime conclusión científica, todo ser viviente respira. Para los que estamos vivos, respirar es un proceso natural. Aun los recién nacidos respiran. La oración ha sido comparada con el aliento deI alma y habrá mucha oración espontánea en la vida de un cristiano.
También hay una forma consciente y deliberada de dedicar tiempo a la oración, la cual es parte de la permanencia de la cual nos habla Juan 15. Uno de los resultados de permanecer en Cristo es mediante la oración; esa vida espontánea de oración que comprende el hablar a Dios como a un amigo. ¿Será posible que tanto la oración espontánea como la deliberada formen parte de estos textos?
Juan 15:7 dice: «Os será hecho». Algunos hemos abrigado la idea de que nosotros mismos debemos contestar nuestras propias oraciones. Pero la promesa es que si pedimos, nos será concedido. Tal declaración nos recuerda que Dios tiene el control y está encargado de todo, de modo que el que permanece en Cristo está bajo el control del Espíritu de Dios. No es tanto lo que yo haga, como lo que Él hace por mí. Esto explica la declaración: «Os será hecho». La indicación es clara, somos sólo instrumentos. Este principio envuelve el concepto de entrega completa, de sometimiento y renunciamiento. Con esto en mente desaparece la idea de que nosotros hacemos nuestra parte y Dios la suya. Al estar en Él, Él hará todo en nuestro favor. ¿Estamos dispuestos a ceder, o nos atemoriza la idea? ¿Estamos decididos a
someternos completamente a la dirección divina?
Otro punto sobresaliente en el texto nos indica que el ofrecimiento es para los que permanecen en Él, por lo tanto no debemos perder de vista el concepto. ¿Qué sucede si el que no permanece en Cristo pide lo que desea? Lo más seguro es que pedirá algo que no está incluido en la promesa. El que permanece en Cristo ha entregado a Él, el
control de su vida, no sólo exterior, sino interior. Al recibir el control Cristo cambia el corazón. Cambia la corriente de nuestros procesos mentales: Los deseos, los gustos e inclinaciones. Es fácil leer un texto como el Salmo 37:4: «Pon asimismo tu delicia en Jehová, y Él te dará las peticiones de tu corazón». Tal vez exclamaremos ¡Qué bueno! Cualquier cosa que deseemos la tendremos. Sin embargo, hay lugar para otra interpretación: «Él te dará los deseos» en plural. Si sus palabras habitan en nosotros y permanecemos en Él, si nuestra voluntad se ha entregado, entonces nuestros pedidos estarán de acuerdo con su voluntad.
Examinemos juntos una especie de metodología de doble enfoque, en relación con la respuesta a la oración. Se nos dice: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros». Estos son los dos pies por medio de los cuales escalamos la cima del poder mediante la oración.
Primero: «Si permaneciereis en mí», sugiere que ya ha ocurrido un comienzo; esa es la razón por la cual se nos pide que permanezcamos en Él. No podríamos permanecer en Él, si todavía no hubiéramos sido invitados. A la vez se nos recuerda que el comienzo y la continuación son lo mismo, por lo menos en lo que al método se refiere. ¿Cómo llegó usted, amigo lector, a ser cristiano? Aceptando incondicionalmente lo que Jesús hizo por usted, rindiendo su yo y colocándose a los pies de Jesucristo; admitiendo que Él debe llegar a ser un Salvador completo, apoyando la esperanza de la vida eterna solamente en Él. Permanecer en Él, es quedar en esa posición, es mantener nuestra esperanza de la vida eterna total y sólo en lo que Jesús ha hecho y no en lo que nosotros pudiéramos hacer.
Una cosa es aceptar tal postulado cuando acudimos a Cristo por primera vez, y algo muy diferente es mantenerlo en la continuación de la vida cristiana. Recordemos lo que Jesús dijo: »Si vosotros permaneciereis en mis palabras, seréis en verdad mis discípulos» (Juan 8:31). Comenzar como discípulo es muy distinto a permanecer como tal, manteniéndose en su Palabra.
Hemos visto que Dios emplea ciertos métodos para limpiar y podar los pámpanos que están en la vid, y por eso es tan distinto permanecer en Él al comienzo de la limpieza. y la poda, de lo que es esa permanencia al final del proceso. Yo deseo permanecer en Él, tanto al comienzo como al final de la prueba de fuego. ¿Desea usted experimentar lo mismo? De tal modo que la permanencia en Él, sea uno de los pies por medio de los cuales ascendamos a la cumbre del éxito en la oración.
Volvamos a Elías. Cuando se encontraba en la cumbre del Carmelo y oró pidiendo fuego, éste descendió del cielo. Así de simple. Pero cuando rogó por la lluvia, la respuesta no fue inmediata. Su oración por la lluvia no fue contestada hasta que oró varias veces. Por lo tanto, es posible ser limpiados a través del éxito, en vez de la prueba y la adversidad.
El diablo se goza cuando logra desanimarnos a causa de nuestros fracasos. Se regocija igualmente cuando consigue separarnos de Dios a causa de nuestros éxitos. Muchos de nosotros no podemos soportar mucho fruto. Empezamos a atribuimos la gloria a nosotros mismos.
El segundo de estos dos pies por el cual escalamos para obtener poder mediante la oración, es: «Si mis palabras estuvieren en vosotros». Algunos han percibido una diferencia de pensamiento entre Jesús y su Palabra. Lo cierto es que Jesús es el Verbo. Juan 1 es muy claro en este sentido. No hay diferencia. El que dice: «Bueno, yo creo en el Señor Jesús y confío plenamente en Él; pero lo que dice su Palabra en relación con ciertas doctrinas y enseñanzas, es otra cosa», comete uno de los errores más graves. No existe una distinción como esa. Por lo tanto, el que cree que permanece en Cristo, pero su Palabra no tiene cabida en él, no está calificado para recibir el cheque en blanco que representa esta promesa: «Pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho». Existen dos condiciones que tenemos que enfrentar: El «si» condicional: »Si mis palabras pennanecieren en vosotros». Aceptar a Cristo es aceptar su Palabra; rechazar su Palabra es rechazar a Cristo. Por supuesto, ese es uno de esos puntos cardinales en cuanto a la verdad. Es un progreso, un constante crecimiento, como la luz «que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Proverbios 4: 18).
En este punto deseo preguntar: ¿Por qué es indispensable que llenemos estas condiciones para poder recibir el cheque en blanco y cambiarlo? ¿Por qué la grandiosa bendición prometida: «Pedid todo lo que quisiereis, en mi nombre, y os será hecho», está sujeta al hecho de permanecer en Él? ¿Por qué sólo puede recibírsela de esa manera?
En primer lugar se debe al hecho de que el pámpano, si está unido a la Vid recibirá únicamente lo que la Vid llene para impartir. La savia y el crecimiento continuo de ambos, en una conexión profunda, sugiere un grado de unión que impide que la persona haga peticiones erróneas que lo lleven a complacer sus propias concupiscencias.
¿Qué pasaría, por ejemplo, si Dios se dirigiese al hombre de la calle, que no le importa Dios, ni la fe, ni la religión, ni la Biblia, y le entregase este cheque en blanco, diciéndole: «Puedes pedir todo lo que desees, y te lo daré»? Quizás ese individuo le pediría otra copa. O quizás solicitaría el permiso, la libertad, y la ocasión para disfrutar de sus propias concupiscencias. O quizá pediría riqueza o éxito, los cuales lo llevarían aun más lejos de reconocer su necesidad de Dios. El Señor no se ocupa en la tarea de conceder esta clase de deseos.
Pero imaginemos que Dios hace su oferta al cristiano nominal, a uno que no le da mucha importancia a su asociación con Jesús. Una persona que vive separada de Cristo es irremediablemente egoísta; nació así y sus peticiones serán inevitablemente egoistas. Me permito insinuar que el profeso cristiano que no sabe acerca de una estrecha conexión con Jesús, es una de las personas más egoístas que se puede hallar en el mundo. Se pueden hallar fuera de la iglesia, personas más bondadosas, corteses y amables que un cristiano profeso que vive una vida separada de Jesús. De modo que si Dios diera este cheque en blanco a uno que no está en Él, recibiría muchos pedidos egoístas. El libro de Santiago comenta muy seriamente esta actitud.
Otra razón por la cual podemos recibir sólo de esta manera, es que Dios se propone que nos encontremos con Él, en el terreno de sus propias palabras. Si pennanecemos en Él, y sus palanbras permanecen en nosotros, eso quiere decir que estamos famihanzados con sus palabras. Sabemos lo que Él ha dicho acerca de ciertos asuntos. ¿Ha sido usted, amigo lector, confrontado alguna vez con sus propias palabras? Me ha ocurrido más de una vez, particularmente con mis hijos. Quizás me había olvidado de lo que les dije que haríamos o adónde iríamos, o qué ibamos a adquirir. Mis hijos me confrontaban diciendo: «Pero, papá, tú nos dijiste…» ¡En seguida me sentía acorralado! La historia estaba concluida, acababa de ser confrontado con mis propias palabras. Al recordarlas repentinamente, bien sabía que no había razón para discutir el asunto por más tiempo.
Si somos hijos o hijas de Dios, acudimos a Él con sus propias palabras. ¿No se encuentran sus palabras en la misma situación? Alguien llamó a esto, «vencer la omnipotencia haciendo uso de la omnipotencia».
Veamos algunas declaraciones divinas. La primera se halla en Mateo 7:7-11. Es un pasaje muy conocido. No lo repasaremos por completo, pues ya sabemos su contenido. Pedid, buscad, llamad, y el versículo 11: «Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?» En Mateo este pasaje concluye allí. Pero hallamos un pasaje paralelo en Lucas 11, y en éste nos detendremos un poco más. «Y les dijo: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: amigo, préstame tres panes; porque un amigo mío ha venido de camino y no tengo qué ponerle delante; y el de dentro respondiendo dijere: No me seas molesto; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y darte? Os digo, que aunque no se levante por ser su amigo, cierto por su importunidad se levantará, y le dará todo lo que habrá menester.
«Y yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y os sera abierto. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; Y al que llama se abre. ¿Y cuál padre de vosotros, si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? o si pescado, ¿en lugar de pescado, le dará una serpiente? O, si le pidiere un huevo, ¿le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de Él?» (Lucas 11:5-13).
¿Cuál es el contexto? Simplemente que si una persona acude a Dios, pidiéndole algo con lo cual socorrer a otro, puede estar segura de que su petición le será oída y contestada, como un padre lo hace con su hijo. La especificación es que Él dará el Espíritu Santo, y ¡cuánto más significativo es eso que un flamante automóvil, una motocicleta o una casa nueva!
¿Podríamos sacar la conclusión de que este pasaje nos habla de pedir para dar, en el marco del servicio a otros?
Vayamos a Juan 14:12-13 para comprender mejor. «De cierto, de cierto os digo: el que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que estas hará». ¿Qué clase de obras realizó Jesús? ¿Cuál fue el propósito de su vida, su obra, sus milagros y sus enseñanzas? En beneficio de otros, para alcanzarlos con el Evangelio del reino. Y luego viene el siguiente versículo con la promesa: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo». Por segunda vez ¿cuál es el contexto? Es el del servicio y el de la comunicación por causa del Evangelio.
Cómo nos desviaríamos del honor que corresponde a la Palabra de Dios si tomáramos ese texto, lo separáramos de su contexto y lo aplicáramos a lo que queremos o deseamos para nosotros mismos.
Mateo 21:22 nos da una clave para entender esta verdad: «Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis». Su texto paralelo se encuentra en Marcos 11:20-24 el cual se refiere a la higuera maldita y al monte, y lleva la implicación de que debemos tener fe para poder creer verdaderamente en el poder de Dios.
¿Hay alguien que desea arrancar un árbol de su patio? ¿Tiene alguno una montaña que desearía trasladar a otro sitio? ¿Un árbol venenoso? Yo tengo uno que quiero derribar y arrancar. ¿Podría ir mañana temprano en el nombre de Jesús, maldecir ese árbol y oprimir contra mi pecho este texto? ¿Podríamos acariciar esa idea sin dudar? ¿O debiéramos entender este pasaje como una indicación de prestar servicio a otros y hacer avanzar la obra de Cristo?
Hay otro aspecto que debemos considerar en este versículo en cuanto a la duda. Muchas veces, debido a nuestra visión limitada, pedimos cosas que no están en armonía con la voluntad divina. ¿Qué hacemos cuando se nos niegan nuestros pedidos? ¿Nos alejamos de Dios, enojados porque ha frustrado nuestras expectativas? ¿O actuamos como Job, que frente al dolor o el chasco continuaba amándole y confiando en Él, a pesar de todo? ¿Tenemos fe, sin dudar de Él? Un texto similar se encuentra en 1 Juan 3:21-24: «Carísimos, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él. Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, está en Él, y Él en él».
De modo que, basados en la Palabra de Dios, si tenemos un pecado conocido o persistimos en una vida de transgresión, entonces no esperemos el cheque en blanco que Él nos ha ofrecido. Esto es lo que sugiere lsaías 58:1-2. Volvamos ahora a nuestro capítulo original. Leemos en Juan 15:16, «Yo os elegí a vosotros». ¿Con qué propósito eligió Jesús a sus discípulos? Para que fuesen y predicasen el Evangelio del reino. Los ordenó para el servicio, para realizar la misma obra que Él realizó, para que fuesen y llevasen mucho fruto y aquí vemos nuevamente la declaración: «Para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, Él os lo dé». El contexto es, una vez más, el servicio. Por lo tanto, resulta seguro insinuar que al acercamos a estas promesas, de pedir cualquier cosa en el nombre de Jesús, Él lo hará. Debemos acercamos a ellas en el espíritu en el cual fueron dadas.
Todo lo expuesto en Juan 15 tiene que ver con la permanencia y la producción de frutos para la gloria de Dios.
Jesús ha hecho posible para cada uno de nosotros habitar en Él, y a su vez, Él habitar en nosotros, de tal modo que su voluntad y nuestra voluntad se fusionen en una sola. El Señor ha hecho posible que sus deseos y los nuestros sean los mismos. Ahora, permítaseme hacer una pregunta: Si mi corazón está unido al del Señor, si mi voluntad se ha sumergido en la suya, y si mi pensamiento es uno con el suyo, ¿será seguro para Él responder a cualquier petición que yo le hiciera, en el nombre de Jesús? En cierto sentido es tan seguro como si Jesus me dijera: «¡Si anhelas exactamente lo que yo anhelo, puedes pedir lo que desees y lo haré!»
Las palabras de Juan 15 se dirigen a cristianos maduros. Pero usted podría preguntar «¿y quién califica para eso?» Permítame recordarle las buenas nuevas, que cuando el pámpano permanece en la vid, ese pámpano es tan valioso para el labrador como lo es la vid. Jesús dijo: «Yo soy la Vid, vosotros los pámpanos». Dios nos ama como ama a Jesús. Mientras permanecemos en Él, sabemos que el cheque en blanco que tiene en mente para nosotros es potencial: se aplica mientras estemos en Él. En el próximo capítulo analizaremos más detenidamente la expresión mientras estemos en Él. Sin embargo, esta promesa será cierta en la medida en que permanezcamos en la Vid. No se trata de algo reservado para el futuro hacia el fin de nuestra vida.
De acuerdo con lo dicho, puedo predecir que habrá ocasiones cuando como Elías, veremos descender fuego del cielo; Y habrá momentos cuando sentiremos que nuestras oraciones no tienen respuesta. Elías no tuvo que esperar hasta la víspera de su traslación para recibir el cheque en blanco. Lo recibió en el momento en que confió, y lo perdió cuando desconfió. Lo mismo nos ocurrirá a usted y a mí.
Mientras tanto, Jesús nos ama, y Dios nos ama como ama a la Vid. Él seguirá con la poda y la limpieza para que cumplamos sus propósitos y le glorifiquemos.