5. Ya Vosotros Sois Limpios

«Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado» (Juan 15:3)

¿Qué significa ser pámpano? Esta parábola fue dada a los discípulos que se habían iniciado ya en la vida cristiana. Dios dejó en nuestras manos, la decisión de ser o no ser pámpanos unidos a la Vid.

En el versículó 16 hay una frase interesante, en la cual Jesús afirma: «No me elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis mucho fruto». La aplicación primaria recae en los discípulos a quienes Él escogió como apóstoles, para que cumpliesen una misión especial en la iglesia apostólica. La Palabra de Dios indica que hasta a Judas lo eligió (Juan 6:70), a pesar de que Judas se unió al grupo por acción propia. Dios siempre es el que inicia el gran plan de salvación.a

La oveja perdida no busca al pastor. El pez en el mar no va a la orilla para que lo pesquen. El pastor es quien sale a buscar y el pescador quien va a pescar. Todos somos elegidos por Dios, gracias a su propia iniciativa. La forma como respondemos a su elección, es el factor determinante de nuestra elección.

No olvidemos que cada uno de nosotros está destinado a ser salvo, eternamente salvo, a menos que rechacemos y despreciemos la oferta divina. Los que rechazan esa oferta, pasan por un sinnúmero de dificultades, presentando resistencia en todas formas. Efectivamente, Dios nos ha escogido y estoy agradecido por ello. ¿No se siente usted, amigo lector, agradecido por el hecho de que el gran Labrador nos eligió a cada uno para salvarnos? Esa es parte de las buenas nuevas del Evangelio.

¿Qué ocurre cuando respondemos a su elección? Aquí tenemos las ramas secas, marchitas, ramas silvestres, como las llama Pablo en Romanos 11:17, que se injertan en la vid. Por supuesto, la analogía de Romanos 11 es la del olivo, de modo que al mezclar estas metáforas, tendremos la rama de un olivo silvestre injertada en una vid. A primera vista parece imposible. Pero como lo indica Pablo en Romanos 11:24, este injerto es antinatural, de ahí que no debemos tratar de equiparar las analogías. Va contra las leyes naturales, y ese es uno de los milagros del plan de salvación.

¿Quiénes son esas ramas de olivo silvestre? Son las almas muertas en pecados y transgresiones. Eso es lo que somos, y recibimos vida a través de la conexión con Cristo. Es mediante la fe en Él, nuestro Salvador personal, como se inicia esta unión entre el pámpno y la Vid. ¿Siento la necesidad de un Salvador? ¿He aceptado a Cristo en forma personal? Si es así, estoy en la Vid.

Esta conexión inicial con la Vid, es lo que los teólogos llaman justificación. Es la ocasión cuando comparecemos ante Dios, como si nunca hubiésemos pecado. Los discípulos, a quienes Jesús dirigió la parábola, se hallaban en esa posición. ¿Cómo lo sabemos? Por lo que registra Juan 15:3: «ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado».

Poco antes, los discípulos habían estados discutiendo y argumentando, sin el menor deseo de humillarse, y lavar los pies unos a otros. Pero al cumplir con ese deber, Jesús se humilló a sí mismo, y eso conmovió sus corazones. Ahora podía decirles: «Sois limpios». No poseían un buen registro; sin embargo no era indispensable que vivieran varias semanas de conducta ejemplar, antes de alcanzar el perdón. Él les dijo: «Ya sois limpios». ¿Nos gusta el sonido de esas palabras? Él nos limpia tan pronto como acudimos a Él. Y no sólo eso, los discípulos todavía no eran perfectos ni maduros, y no estaban inmunizados contra el pecado, ni las caídas o fracasos. Pocas horas después, abandonaron a Jesús y huyeron. Uno de ellos lo negó. Todos se avergonzaron de su relación con Él. Su fe fracasó miserablemente en el momento de la prueba.

Pero Jesús, aunque ya sabía todo lo que ocurriría, y hasta los había prevenido de los acontecimientos, pudo decir: «Ya sois limpios». Él los aceptaba como pámpanos de la Vid. No tenían que dar fruto primero, pero gracias a la conexión con Él, el fruto vendría como resultado.

Por lo tanto, esta parábola de Juan 15 es para los que se inician en la vida cristiana. Es una parábola para el pámpano que crece, el cristiano que se desarrolla, que busca llevar fruto hoy.