«Yo soy la Vid, vosotros los pámpanos» (Juan 15:5)
Jesús y sus discípulos iban rumbo al Jardín del Getsemaní. Acababan de terminar el servicio de comunión en el aposento alto, y compartido el pan y el vino de la última cena. Allí Jesús lavó los pies de sus discípulos, moviéndolos a todos a una relación más estrecha con Él, excepto a uno, Judas, quien salió de la cena rumbo al sumo sacerdote, para cerrar el trato de la entrega de su Señor.
En su avance hacia el jardín, Jesús y sus discípulos pasaron junto a una vid, que se veía claramente con la luz de la luna. En esta última analogía antes de su crucifixión, Jesús trató una vez más de mostrar a sus discípulos, la clase de relación que debían tener con Él, lo que debían hacer para vivir la vida de fe que Él había tratado denodadamente de inculcarles, durante los últimos tres años y medio.
Jesús les dijo: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos». (Versículo 5).
¿Cuál es la función del pámpano?
Un pámpano cumple una de dos funciones. Si está unido al tronco, produce mucho fruto; si no está unido al tronco, se marchita, de modo que se lo corta, y se lo echa al fuego para que se consuma.
La parábola de Juan 15 se aplica básicamente a los pámpanos. ¡De hecho, la Vid la dio a los pámpanos! Por lo tanto, si somos los pámpanos, esta parábola se dirige a nosotros, de modo que debiéramos buscar muy de cerca su significado.