A mí no me gustan las corbatas, pero me sacan de apuro cuando tengo que colgar el micrófono para hablar en la iglesia. Algunas veces me levanto en las mañanas antes que mi esposa. Más tarde, cuando vuelvo a casa, ella mira los colores contrastantes de la corbata que he elegido, y dice: «No me digas que te pusiste eso, ¿o sí?» Y tengo que confesar que sí me la puse. Pero uso corbata en la iglesia sólo porque no quiero ofender a nadie. Hay algunas personas que podrían ofenderse y tener un concepto erróneo de mí, si predicara sin mi corbata, ¿correcto?
Cuando llegamos al asunto de una obediencia verdadera, ¿cómo decidimos entre lo correcto y lo erróneo? ¿Cómo establecemos las normas de la iglesia y la ética personal? Al leer el título «Negro, blanco o gris», espero que usted no suponga que contiene ningún énfasis racial. Lo elegí a propósito, porque la mayoría de nosotros estamos familiarizados con el área negra, hacer algo erróneo por motivos erróneos (como matar seis millones de judíos por diversión, o porque los odio), o el área blanca, hacer las cosas correctas por razones correctas (como ir a la iglesia porque amamos a Dios).
Pero el área gris nos confunde. Incluso tratar de decidir cuáles áreas son grises resulta difícil. Quizá podemos comenzar diciendo que las áreas grises serían hacer lo correcto por razones equivocadas, o hacer cosas buenas por razones equivocadas. Pero en un área gris, ¿qué métodos utiliza usted para decidir qué es correcto y qué es erróneo?
Yo he notado, por estudio y experiencia personal y casos históricos, que al diablo le gustan las áreas grises. Nunca lleva a la gente de la zona blanca a la negra de un gran salto. Los lleva a través de la zona gris, ¿verdad? Nadie se convierte de un bebé inocente en un asesino sanguinario de la noche a la mañana. La senda descendente que al diablo le gusta utilizar es siempre gradual. Y esos pasos descendentes pasan, por lo general, a través de un área gris. No deberíamos ver nada erróneo en el paso uno, excepto que conduce al paso dos, y con mucha frecuencia ni siquiera lo notamos, a menos que miremos hacia atrás.
Comencemos con la cuestión de la ética y las normas personales. Quizá entonces podríamos comprender mejor cómo manejar la ética y las normas de la iglesia.
La gente está acostumbrada a decidir qué es correcto y qué es erróneo de diversas maneras. Quizá una de las más antiguas sea: «Oh, mantengámonos en el centro de la línea». Uno de los mayores problemas de la iglesia cristiana de hoy, es el gran número de moderados que militan en la línea del centro, que no pueden dejar su cruz porque nunca la han tomado. En la iglesia, conocida en el Apocalipsis como Laodicea (tibieza), el centro de la línea podría ser uno de los lugares erróneos por el cual andar. ¿O no? En la iglesia tibia (y es posible que la mayoría de nosotros, de acuerdo con la profecía, estemos en esa iglesia antes que Jesús venga), el lugar correcto del camino no debería ser el punto medio.
Algunas personas dicen: «Una forma de decidir qué es correcto y qué es erróneo es hacer siempre lo que Jesús haría». Pero nuestra comprensión de lo que Jesús haría está fuertemente influida por nuestro propio trasfondo, nuestro marco de referencia y nuestra cultura. Existe una diversidad de ideas en cuanto a lo que Jesús haría. Conozco a cristianos conservadores que piensan que es malo jugar al boliche y al billar. Y conozco a otros cristianos que aparentemente están tan interesados en Cristo como los demás, que piensan que están perfectamente bien ambos juegos. Mucho depende de la forma en que usted fue criado. De modo que, hacerse simplemente la pregunta, «¿qué haría Cristo?», podría no ser suficiente. También tenemos personas que escriben cartas a la Revista Adventista, preguntando si está bien asar papas en el horno durante el sábado. Yo, como pastor, he recibido llamadas telefónicas de los miembros que buscan respuestas a esta clase de preguntas. Siempre he pasado momentos difíciles al tratar de contestarlas, y siempre termino diciendo: «¡De rodillas, mi amigo, de rodillas, y a su cámara secreta!» Obtener respuestas desde las oficinas generales de la iglesia es típico de una de las iglesias más grandes del mundo, que es conocida por no haber enseñado a sus miembros a pensar. Pero incluso en esa gigantesca iglesia ha habido cambios en años recientes y se está alentando a la gente a pensar (¡gracias a Dios por eso!).
Otro enfoque para decidir qué es correcto y qué es erróneo, propone: «¿Qué hacen los demás? ¿Qué hace la mayoría?» Yo espero que entendamos cuán ingenua es esa actitud. Cierta vez iba yo manejando mi automóvil por la carretera de la autopista de Ohio, cuyos carriles estaban nítidamente divididos, cuando la línea del centro entre los dos carriles de mi lado estaba siendo pintada. Había señales que decían, «¡No pase!».
Finalmente me cansé de ir manejando detrás de alguien que no tema prisa. Así que, cuando el carro que iba inmediatamente frente a mí se salió de la fila y pasó (manchando sus llantas de pintura blanca), yo también me salí y pasé. Y lo mismo hizo el oficial de la policía de caminos que venía detrás de mí. Luego nos pasó a los dos. Después de poner una multa al hombre que iba delante de mí, me preguntó: «¿Por qué pasó usted también?» Yo respondí: «Porque el que iba delante de mí lo hizo». Él me replicó: «Si él saltara del puente de Brooklyn, ¿lo haría usted también?» Y yo comprendí, sobre la autopista de Ohio, cuán necio es hacer algo simplemente porque los demás lo hacen.
Así que, ¿cuál es su método para decidir entre lo correcto y lo erróneo, particularmente cuando llega a un área gris? ¿Cómo decide usted las normas personales, especialmente en áreas como la música, el entretenimiento, los libros, la TV, la moda y la apariencia?
Las normas que sustenta la iglesia cristiana surgieron en el siglo pasado, y mucha gente se deleita en volverse contra ellas. De hecho, como casi todo lo que oímos acerca de ellas es negativo, pensé que quizá sería bueno echarles un vistazo por el lado positivo. Quiero hablar en favor de la ética personal y las normas cristianas y quizá incluso de las normas de la iglesia.
En la Biblia hallamos un texto que trata del asunto:
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:15-16).
«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo». Es un buen principio. Pero si yo viviera en Pennsylvania en la actualidad, e incluso en ciertas partes de Iowa y Missouri, pensaría que está fuera de lugar tener un automóvil, e incluso andaría por la carretera con mi carricoche tirado por caballos. ¿Por qué? Porque algunas de esas comunidades consideran que es mundano tener un automóvil. Yo tuve un amigo que pensaba que era extravagante tener un reloj. «Eso es del mundo», dijo. De modo que, una vez más, sus puntos de vista en cuanto a lo correcto y lo erróneo son el resultado de la influencia de su pasado, su idiosincrasia y su manera de pensar. ¿Cómo definiría usted «al mundo»?
Muchas veces oímos decir a algunas personas: «Dios nos ha dado mentes para pensar. ¿Por qué no usamos el cerebro que nos ha dado?» Cuando consideramos este enfoque, vamos hasta el Jardín del Edén, donde la serpiente dijo a la mujer desde el árbol: Anda, come. Puedes llegar a ser como Dios, conociendo el bien y el mal (véase Génesis 3:4-5). Quizá una aplicación de esa vieja historia calce dentro del cuadro aquí. ¿De veras piensa usted que es un dios y que puede decidir entre el bien y el mal, sólo con la ayuda de su pensamiento, sólo con usar su propia lógica y razón? O, ¿no es una dolorosa realidad que casi toda nuestra lógica y nuestra razón, sólo pueden relacionarse con acciones externas? He ahí el problema. La Biblia dice que la gente mira la apariencia, lo exterior, pero Dios mira, ¿dónde?, al corazón (véase 1 Samuel 16:7).
Proverbios nos dice que es extremadamente importante considerar el asunto del corazón. Y cuando la Biblia habla del corazón, se refiere a la mente, los motivos íntimos y los propósitos. «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él, mana la vida» (Proverbios 4:23). Y Jesús les aclaró muy bien a los fariseos, que estaban muy preocupados por aparecer inmaculados en lo exterior, que eso es comparativamente insignificante si consideramos lo interior.
Quizá una de las mejores formas de comprender el área gris, y la razón por la cual hacemos o dejamos de hacer algo, sería examinar el interior. ¿Pero quién puede hacer esto? La Biblia dice: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17:9). Así que, ¿somos capaces de entender por qué hacemos lo que hacemos? Obviamente, Dios no sólo mira lo que hacemos; Él mira por qué hacemos lo que hacemos. Y éstas son buenas nuevas. ¿No cree que valdría la pena pedirle que nos ayude a comprender por qué hacemos lo que hacemos? Este podría ser el factor decisivo para determinar si un asunto es blanco o negro al aproximarnos a la zona gris.
Otra pauta que me ayuda en términos de mi relación con la comunidad cristiana, la encuentro en 1 Tesalonicenses 5:22, donde Pablo exhorta a la iglesia cristiana: «Abstenéos de toda especie de mal». Al parecer, hay algunas cosas que no son malas, pero que parecen malas. Y él dice, ¡evitadlas! Una vez más, estoy hablando de principios, no de generalidades, porque estoy muy consciente de que los detalles pueden polarizar la audiencia cristiana como ninguna otra cosa. Así que un buen principio para recordar es éste: evite la apariencia de mal.
Otro principio que compromete al cristiano dentro de la comunidad cristiana es la influencia. Tres referencias bíblicas tratan esta cuestión claramente. En Romanos 14, comenzando con el versículo 7, Pablo establece que una de las mejores formas de decidir entre lo correcto y lo erróneo, particularmente en asuntos en los que no tenemos un capítulo o un versículo que lo trate, es la forma en que influirá sobre los demás: «Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí». Luego en el versículo 10 agrega: «¿Por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?» Y el versículo 12 dice: «De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí». Es algo que haríamos muy bien en recordar. El versículo 13 añade: «Ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano». El versículo 16: «No sea, pues, vituperado vuestro bien». De manera que algo que podría ser bueno para mí, podría ser malo para otro. Y luego inserta este principio en el versículo 21: «Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda o se debilite».
En una discusión sobre este versículo que se suscitó en una iglesia, alguien dijo: «Entonces ni siquiera saldría de mi cama en la mañana». Pero otra persona, basándose en eso, repuso: «Si te quedas en cama, eso podría ser motivo de tropiezo a otra persona también. Así que no puedes ganar en ningún sentido». Pues bien, en algún lugar del proceso tiene que haber algún pensamiento santificado, en el cual Dios le brinde su ayuda a nuestra lógica. Pero la influencia es un principio que se considera claramente en los escritos de Pablo.
Veamos el segundo pasaje, donde el apóstol trata la misma cuestión.
“Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Corintios 8:9-13).
El marco de estos capítulos se encuentra, por supuesto, en los días de Pablo. Los paganos dedicaban la comida, no sólo la carne, sino toda la comida a los ídolos. Así que, cuando iban al mercado (y a veces los mercados se conocen como «mataderos»), podían comprar comida que ya había sido dedicada a los ídolos, y así tenían una ventaja en la preparación del almuerzo. En consecuencia, algunos cristianos compraban comida que ya había sido sacrificada a los ídolos, y otros empezaban a discutir si era correcto o incorrecto comerla. Pablo dijo en esencia: «¡Qué absurdo! La comida ofrecida a los ídolos no significa nada. ¿A quién le importa que haya sido sacrificada a los ídolos? Pero si alguno se ofende por ello, entonces no la coma».
Y luego dijo algo más, muy interesante, que suena algo así como si hablara con doble sentido. Se encuentra en 1 Corintios 10:23-24: «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro». Por supuesto, dice esto dentro de los límites de la Palabra de Dios. Cualquier cosa que la Palabra de Dios no condena es legal para mí, pero no todo edifica (o no ayuda). Que ningún hombre busque su propio bien, sino que cada quien busque el bien de su hermano. Y note lo que dice en los versículos 25 y 28: «De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia… Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud». Así que, si alguien fuera a ofenderse si usted come, entonces no coma. Si alguien fuera a ofenderse si usted no come, entonces coma, dependiendo de con quién está usted. Luego dice en el versículo 32: «No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios» (ni siquiera con su corbata).
Al parecer algunas cosas nada tienen que ver con la moral. De modo que no importa si usted las hace o no. Pero se convierten en asuntos morales cuando ofenden a alguien u ocasionan la caída de alguien.
En los días cuando las iglesias tenían poco que decir en cuanto a quién sería su pastor, fui transferido a una nueva iglesia en Colorado y llegué como un completo desconocido. Llevé mi traje a la tintorería para que estuviera listo para el sábado, y fui a la reunión de mitad de la semana ese miércoles de noche. Me senté en la fila de atrás y escuché al anciano que dirigía la reunión. Después de la sesión de oración se acercó a mí y me dijo:
-¿Y quién es usted?
Yo le respondí: -Soy su nuevo pastor.
-Me lo imaginé -repuso.
Cuando recogí mi traje de la tintorería, vino adherido un moñito en la solapa. Oh, por lo general yo no uso moño en la solapa, pero pensé que se veía bastante bien, así que se lo dejé y prediqué mi primer sermón de sábado por la mañana con el moñito en la solapa. Después del culto me invitaron a comer en un hogar, y la noticia ya había corrido largo trecho. Había un hermano en aquella congregación que hizo correr la voz por todos los pasillos: «¡Cuidado con ese pastor! ¡Tarde o temprano va a dejar la fe! ¡Va a apostatar! ¡Tiene un moñito en la solapa!»
Cuando escuché aquel rumor, decidí ponerne dos moños en la solapa la siguiente semana, o cuando menos uno rojo bien grande. Pero luego me detuve y pensé: «¡Un momento! Si hago eso, entonces yo tendré un problema tan grande como el que él tiene ahora. Porque es obvio que tiene un problema. Se supone que yo soy su pastor, y me gustaría ayudarle. No necesito el moñito en la solapa». Así que tomé la decisión de no usar moño en la solapa, no al menos en esa iglesia.
He contado esta historia muchas veces, y la gente me ha dicho después: «¡Oh, venga acá! No se meta con gente enferma. Si ellos tienen un problema, déjelos con su problema. No se vuelva débil sólo porque alguien tiene ese tipo de mentalidad». Pero eso no es lo que Pablo dice. Y aquí viene lo mejor para los hermanos cristianos. Pablo dice que si usted tiene gente débil en su medio, que puede tropezar por causa de lo que usted vaya a hacer, entonces no lo haga. ¿No dice así el principio bíblico?
Bien, me gustaría poderles informar que aquel hombre se convirtió de su mal camino, y llegó a ser un líder espiritual o algo parecido; pero lamento no poder hacerlo. Sin embargo, puedo decirles que llegamos a ser buenos amigos, y tuvimos muchas conversaciones interesantes. Me sentí feliz de ser su pastor, del mejor modo posible, sin mi moñito.
Quizá sería bueno considerar esto como un principio para los cristianos: si usted puede pasársela sin llevar algo que pudiera ser causa de tropiezo para alguien, entonces siga adelante y trace la línea al otro lado. ¿Es justo eso? Parece que eso es lo que la Biblia quiere decir.
¡Pero espere un momentito! ¿Es lógico, y está de acuerdo con una exposición bíblica razonable, que lo que hago o dejo de hacer basta para resolver todos los problemas? ¿O hay una solución más profunda al problema del área gris? Creo que debe de haber una mejor solución. Isaías 30:21 dice: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda». En Juan 10:4-5, Jesús dice: «Y las ovejas le siguen, porque conocen su voz». Juan 16:13 dice: el Espíritu Santo «os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir». Filipenses 2:13 añade: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad». Gálatas 2:20 dice: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí».
Aquí tenemos algo que es mucho más significativo que simplemente recurrir a la iglesia, o escribir a las oficinas generales pidiendo respuestas. Tiene que ver con una relación con Dios, por medio de la cual recibimos nuestras propias señales. Manejar simplemente la cuestión de lo correcto y lo erróneo por medio de la lógica y la razón, no funciona. Tengo que saber cómo recibir señales desde arriba.
De hecho, me gustaría proponer, sobre la base de este principio escriturístico, que la única persona capaz de cuando menos discutir la cuestión de lo correcto y lo erróneo, ya no digamos de saber qué es lo correcto y qué es lo erróneo, es aquella que tiene una relación vital con Jesús día tras día. Es la única forma.
Por tanto, si decidiéramos discutir acerca de si es bueno o no ver la última película, entonces deberíamos aplicar, para hacer válida dicha discusión, dos criterios: uno, que las personas que vengan a la discusión hayan visto la última película; segundo, que hayan pasado suficiente tiempo solos de rodillas, frente a la Palabra de Dios cada día. Entonces sí podríamos tener una discusión significativa acerca de lo correcto y lo erróneo. ¿No le parece?
Pero, aún más allá está el ejemplo de Uno, que vino haciendo un viaje largo y costoso para salvarnos.
La iglesia primitiva acostumbraba a bautizar por inmersión y lavarse los pies para la Cena del Señor. Luego alguien dijo: «Esto es inconveniente. Usted se moja y entonces tiene que secarse. ¿Por qué entonces no lo hacemos en una forma más conveniente?» Y fue así como todas las cosas convenientes vinieron a la vida. Sin embargo, nunca he encontrado en la Escritura que debiésemos hacer lo que hacemos sobre la base de la conveniencia. Deberíamos hacerlo sobre la base de lo que Dios dice.
¿Podría recordarles que no era conveniente que Jesús viniera y muriera? No era conveniente para Él, sudar gotas de sangre en el Getsemaní. Cuando miramos a Jesús, no vemos a un moderado que siempre quiere estar en el término medio, que está tratando de salir adelante invirtiendo lo menos posible. Nosotros no respetamos esa actitud ni siquiera en el campo de la medicina o la educación. Cuando voy a ver a un médico o a un cirujano, no me gusta elegir a alguien que trate de salir adelante con la norma más baja posible. Quiero a alguien que aspire a la cumbre. ¿Y usted? Es por eso por lo que me gustaría incluir la siguiente cita, que pienso contiene dinamita. Es de “El Camino a Cristo”, página 45:
“Los que sienten el amor constreñidor de Dios, no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que Él requiere; no preguntan cuál es la norma más baja que acepta, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Redentor. Con ardiente deseo lo entregan todo y manifiestan un interés proporcional al valor del objeto que procuran. El profesar que se pertenece a Cristo sin sentir ese amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea”.
Eso tiene sentido para mí. Si entiendo que nací para vivir para siempre, y si pienso que estaré aquí sólo unos 70 años porque Dios tiene algo mejor, entonces quiero conocer todos los principios de su reino. Y quiero que Él me guíe para seguirlos, en vez de tratar de hallar la forma de sacar lo más posible con la menor inversión. ¿No está de acuerdo conmigo el lector? Así que, por favor, trate de captar por medio de su imaginación, el cuadro de Aquel que luchó en el Getsemaní, y que tomó la decisión de seguir adelante a pesar del sudor, a pesar de la angustia, a pesar de todo sufrimiento, a fin de salvarnos a usted y a mí. E imagínese usted mismo, en respuesta a ese amor, entregándose completamente a Él.