3. Que tu Conducta Respalde lo que Dices Creer

Martín Lutero debería haber prestado más atención al apóstol Santiago. El apóstol dijo en esencia: «No hablen simplemente de fe, pruébenlo mediante sus actos». «Que sus palabras estén avaladas por sus hechos». «Los actos son más elocuentes que las palabras». Quiero escribir acerca de las buenas obras en la vida cristiana, aunque temo que este tema sea muy espinoso. ¿Deberíamos tratarlo realmente? ¿Qué ha pasado con las normas personales y eclesiásticas? ¿Se supone que deberíamos tener normas?

En la versión popular de la salvación por la fe, con su énfasis en el amor de Dios, el perdón y la aceptación, existe una tendencia a manejar estos términos alrededor de lemas semejantes. Pero algo muy significativo fue escrito hace muchos años para nuestra iglesia: «La justicia de Cristo no es un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta» (DTG 509). 

La justificación por la fe, si es real, no me hará menos cristiano, sino un cristiano mucho mejor. No me hará menos interesado en una obediencia genuina y en las buenas obras, sino más interesado en ellas. No me hará menos adventista. Si realmente entiendo todo lo que ella significa, me hará un mejor adventista. De modo que en nuestra atmósfera actual de simplemente convertir la salvación por la fe y el amor, el perdón y la aceptación de Dios en poco más que frases hechas, debemos darle el lugar correcto y el valor que les corresponde de las buenas obras. Antes de adentrarnos más en el asunto de normas y ética, necesitamos tratar el asunto de las obras en la vida cristiana.

Los concilios que han estudiado el tema de la fe y las obras, se han reunido una y otra vez a lo largo de la historia de la iglesia cristiana. Algunos han dividido iglesias por la mitad. En consecuencia, sería más cómodo ignorar u olvidar este tema. Pero sabiendo lo que la Escritura enseña con relación a la fe y las obras, es vital entender lo que Dios espera de nuestras relaciones con el Señor. En primer lugar, ¿existe alguna duda de que el tema de las buenas obras se expone en las Escrituras junto con el de la fe? En el famoso texto que usamos, una y otra vez, como apoyo a la salvación únicamente por la fe (Efesios 2:8-9), leemos: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe». Pero a veces no leemos cómo el mismo pasaje sigue diciendo que fuimos creados para buenas obras.

Gálatas 2:16 dice: «Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo». Sin embargo, el apóstol Pablo añade: «¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera» (Romanos 3:31). La Biblia nos dice en Tito 2:14 que Jesús «se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras». 2 Timoteo 3:16-17 aclara: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». Además: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10). Por tanto, si usted busca en la Biblia, verá que el tema de las obras aparece en ella una y otra vez.

Yo lo comprobé en mi computadora (lee toda la Biblia en tres segundos), y había 120 textos que se relacionan directamente con las buenas obras. Descubrí que en la Escritura se describen buenas y malas obras. También hay buena y mala gente descritos en la Biblia. De modo que quizá podríamos dividir a la gente y sus obras en estas cuatro categorías:

¿Es posible que la gente mala haga malas obras? Por supuesto.

¿Es posible que la gente buena haga malas obras? Sí.

¿Es posible que la gente mala haga buenas obras? Naturalmente.

¿Es posible que la gente buena haga buenas obras? Desde luego.

Bien, ahora que ya dividimos el tema claramente, ¿en qué grupo le gustaría estar? ¿Qué en cuanto a las malas obras hechas por mala gente? ¿Quién acude a su mente cuando usted lee esta pregunta? ¿Piensa en la gente que crucificó a Jesús? ¿Quiénes eran ellos? ¿Buena o mala gente?

«No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:10). Muy bien, fueron mala gente, ¿verdad? Esto, por supuesto, nos lleva a la pregunta, ¿qué elementos hacen de usted una persona mala o buena? ¿No es lo que usted hace lo que lo convierte en persona buena o mala?

Imagine a Judas traicionando a Jesús. Era una mala persona, hacía malas obras, a lo menos en ese momento de su vida. Pero anteriormente, durante mucho tiempo dio la impresión de ser una persona buena. De hecho, al parecer, echaba fuera demonios, sanaba a los enfermos, limpiaba leprosos, y resucitaba muertos, al igual que los demás apóstoles. De modo que debe de haber estado actuando según lo que Dios considera bueno, durante ese tiempo. Pero luego cambió de conducta.

¿Qué diremos acerca de las malas obras realizadas por la gente buena? ¿Tenemos ejemplos de eso en la Escritura? Pienso en Pedro. ¿Era Pedro una buena persona? En este contexto, sí, Pedro era una buena persona. Échele una miradita al contexto inmediato del día anterior a la muerte de Jesús. Acababan de terminar la famosa “Última Cena” en el aposento alto, y Jesús les había dicho: «Vosotros limpios estáis» (Juan 13:10). Estaban limpios por medio de la palabra que Él les había hablado. Cristo les había dado las buenas nuevas del perdón y la limpieza del pecado. Pero muy pocas horas más tarde, Pedro blandía su espada al tratar de cortarle las orejas a la gente (por lo menos a una). ¿Fue mala aquella acción realizada por una persona buena? Pregúntele al siervo del sumo sacerdote, y sabrá cuán mala fue. Yo me imagino que estaría más que dispuesto a admitir que fue una mala acción. Sin duda le produjo mucho dolor. Pero fue realizada por una persona buena. ¿En qué consistió el mal de aquella acción? ¿El hecho en sí, o las razones que lo impulsaron a hacerlo: tomar las cosas en sus propias manos, depender completamente de sí mismo en vez de confiar en Dios?

Jesús dijo: «Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?… Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos» (Juan 18:11, 36). Pero su reino no es de este mundo. De modo que lo malo acerca de Pedro no radicaba necesariamente en el hecho, aunque el siervo del sumo sacerdote no estaría muy de acuerdo. El caso es que él estaba tratando de hacer las cosas por sí mismo. Este es el verdadero problema en el asunto del pecado.

Pero Pedro todavía seguía siendo una buena persona. Los discípulos eran buenos de acuerdo con la declaración de Jesús: «Vosotros limpios estáis». Ellos eran buenos a causa de su justicia. Pero hicieron algunas cosas malas durante el tiempo en que anduvieron con Jesús. Por tanto, ¿qué factores hacen mala a una persona?

Hubo un hombre en Filadelfia que fue arrestado porque robó pan para dar de comer a su familia. En el tribunal, las evidencias mostraron que era un buen hombre, que trataba de ayudar a su familia, pero que había cometido una mala acción. El juez reconoció el delito y lo multó por su falta. Sin embargo, inmediatamente suspendió la sentencia y pasó el sombrero por la sala del tribunal, pidiendo a cada uno que contribuyera con un donativo, como castigo por vivir en una ciudad donde un hombre tenía que robar pan para dar de comer a su familia. Luego le entregó al hombre el dinero recolectado.

El juez debe de haber actuado de un modo un tanto similar a la forma como Dios actúa. ¿O no? ¿Siempre, siempre es malo robar? ¿No importa la razón que se tenga? Este es el escabroso tema que hemos de considerar aquí. Usted no puede hablar de lo que es correcto y erróneo, acerca de los actos buenos y malos, a menos que comprometa la cuestión de la moralidad, incluyendo la nueva moralidad.

¿Le resulta familiar la nueva moralidad? Es la así llamada ética situacional, cuya posición establece que está bien hacer malas cosas, siempre y cuando se las haga por buenas razones.

O, ¿concuerda usted con el tipo de predicación que he escuchado desde niño, la que solía decir, fuerte, largo y claro: «Siempre, siempre es erróneo robar; siempre es equivocado mentir o timar o matar»? ¿Y es así de sencillo? Necesitamos explorar algunas de estas áreas cuando tocamos el tema de lo correcto, lo erróneo y los juicios morales.

¿Es posible que la gente mala realice buenas obras? Inmediatamente pensamos en Mateo 7:21-22, donde se registra lo que Jesús dijo:

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?»

Y en el versículo 23, añadió: «Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». ¿Quiere decir que profetizar en el nombre de Jesús es hacer iniquidad? ¿Es iniquidad echar fuera demonios? ¿Hacer muchas obras maravillosas es malo? ¿Qué fue lo que hizo malas las acciones de estas personas?

Estos pasajes enfocan algo que es crucial. Siendo que nacimos malos, la única forma en que alguna vez podamos experimentar alguna bondad, es por medio de Jesús. Así que, lo que hace mala a la gente es vivir separados de Cristo, no importa lo que hagan. Y lo que hace buena a la gente es vivir en estrecha relación con Él, sin import… Se me ha hecho sumamente difícil llegar hasta aquí, porque alguien podría malinterpretarme… ¿Sin importar lo que hagan? ¿Siempre juzga usted a las personas, en términos de malos y buenos, por sus acciones solamente? ¿O los ve usted, repitámoslo, a través de los lentes de la relación?

Cierta vez tomé la posición de que las buenas obras, hechas separadas de Cristo son malas obras. Pero me criticaron duramente. La gente alegaba: «¡Usted no puede decir eso! Las buenas obras hechas separadas de Cristo no son malas acciones, puesto que las obras por ellas mismas son buenas». De modo que cambié mi posición. Las buenas obras hechas separadas de Cristo son malas, punto. No es que sean malas obras, pero son malas.

¿Por qué son malas? Mencionemos dos razones que aparecen en Mateo 7:22. En primer lugar, estas personas pretendían: «¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?» Pero nunca habían conocido a Jesús. De modo que, en esencia, eran mentirosos. Pretender hacer buenas obras en el nombre de Cristo, sin conocerlo, me convierte en un mentiroso. Todo es simple y pura mentira. La única persona que actúa realmente en el nombre de Jesús es la que está en relación vital con Él. Fuera de eso, pretender ser un cristiano, pretender obrar en su nombre, es una pretensión y una mentira. Así que esto es lo primero que los hace culpables de iniquidad.

El segundo problema, fue que estas personas habían caído en la trampa de pensar que iban a ir al cielo porque profetizaron, y echaron fuera demonios, y habían hecho muchos milagros. El problema de la salvación por obras, nuevamente. Ha sido un problema de la iglesia durante mucho tiempo. Pensar que yo puedo, en cualquier forma, salvarme a mí mismo, incluso en un diez por ciento, es una mentira y es iniquidad. Pablo dice que no somos salvos por obras; si lo fuéramos, entonces tendríamos algunas razones para gloriarnos. ¿Se ha detenido alguna vez a considerar algunas cosas de las cuales nos jactamos?

Incluso en el marco de la iglesia cristiana, podemos comprobar que estamos viviendo separados de Dios. Una de las primeras evidencias que así lo demuestran es la constante elevación del yo hasta las nubes. Pablo dice, si en algo he de gloriarme, entonces mejor me gloriaré frente a la gente que cree en la salvación por obras (estoy parafraseándolo. Véase Romanos 2:17-23.) Si he de obtener algún crédito, y si quiero otorgar algún crédito, entonces sería mejor que me asegurara de que estoy hablando a gente que cree en el sistema del mérito. De otra manera, no me lo agradecerán. Pero en lo que a Dios se refiere, no tenemos nada de qué gloriarnos. Y mientras más me acerco a Jesús, más pequeño me hago a los pies de la cruz. Arrodillarme con fe y humildad al pie de la cruz es el plano más elevado que jamás podré alcanzar.

De modo que Pablo lo aclara muy bien; no hay lugar para gloriarse. «Oh, pero yo he echado fuera demonios». Pero ¿está usted seguro? Usted lo sabe bien, si yo fuera el diablo y hubiera leído en la Biblia lo que Jesús dijo, que Satanás no puede echar fuera a Satanás, yo me especializaría en eso. Diría que eso me protege. ¡Puedo hacer eso! Yo no creo que el diablo pueda echar fuera al diablo, pero creo que el diablo sabe cómo aparentar que él echa fuera demonios.

Yo supongo que usted ha oído hablar acerca del ministerio de liberación. Yo estoy orando para que Dios siga protegiéndonos de dicho ministerio, porque éste, por la forma en que surgió en las iglesias evangélicas, y el modo como ha tratado de penetrar en nuestra denominación, no es echar fuera demonios en lo absoluto. Simplemente así pareció ser por un tiempo. Y Satanás se siente muy feliz aparentando echar fuera demonios, y poniendo algo peor en el procedimiento. Así que echar fuera demonios, aun si fuera real, no me da lugar para que yo me gloríe. En realidad a estas alturas ya debería saber que los demonios son muy superiores a mí, y que quienquiera que los eche de verdad, es mayor que yo, y no puede ser otro que el Señor Jesús en persona.

 ¿Y qué en cuanto a profetizar? ¿Es bueno hacerlo? Hace poco escuché que la iglesia adventista en Francia, desfraternizó a un así llamado profeta que estaba enviando mensajes. Después de haber considerado largamente el asunto, y tras analizar los frutos y los mensajes, la iglesia allí adoptó una actitud muy pesimista con respecto a alguien que pretenda ser un profeta.

Hubo una así llamada profetisa que se cambió de Florida a Óregon hace varios años. Yo escuché algunos de los casetes de sus profecías, supuestamente anunciadas en el nombre de Jesús. Pero después de cierto tiempo uno es capaz de captar indicios de falsedad, en lo que esta gente se precia en decir y ser, alegando que las suyas son manifestaciones del don de profecía. Y cuando alguien comienza a hablar de su obra y a advertir acerca de su éxito, inmediatamente llega a ser cuestionado. ¿O no? Hacer buenas obras, ¿es malo? No, no si las obras son realmente buenas. Pero si yo busco crédito por ellas, eso las hace malas.

Deseemos ser personas con el tipo de mentalidad que quiere hacer buenas obras porque hemos descubierto a la Buena Persona. Y si usted lo analiza, pienso que descubrirá que para la persona realmente buena, la que conoce a Jesús como su Salvador personal, las buenas obras surgirán espontáneamente. Estas no son calculadas, tampoco deliberadas. No son personas que dicen, cuando alguien viene por ayuda, «espera hasta que tengamos una multitud en la carpa o en el auditorio», o, «espera hasta que las cámaras de televisión estén aquí». Son el tipo de personas que actúan como Jesús obró. Cuando hacía una buena obra, incluso resucitar a un muerto, desaparecía poco tiempo después. Nunca buscaba la alabanza y el honor. Quería que toda la gloria y todo el honor fueran dados sólo al Padre. ¿No le gustaría que Dios le ayudase a ser una buena persona, por causa de la bondad de Jesús? ¿Y para que sus buenas obras surjan como resultados naturales y espontáneos?

Hace años, cuando era estudiante universitario, asistí a una conferencia bíblica en la Iglesia de Sligo, en Takoma Park, Maryland, en la cual H. M. S. Richards dio el sermón devocional. Nunca olvidaré su texto. Empezó a leer en Hechos, acerca de Bernabé, de quien se decía que «era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor» (Hechos 11:24).

El predicador simplemente comentó algunos asuntos sencillos acerca de ese texto. «Ustedes saben -dijo-, cuando yo muera, espero que la gente no me recuerde como el predicador de los programas radiales, ni por cualquier grandeza». Luego agregó: «Me gustaría ser recordado como un buen hombre. Espero que en mi familia, cuando piensen en mí, me vean como un buen hombre». Quizá esa no es una ambición egoísta, ser un buen hombre, una buena mujer, una buena persona llena del Espíritu Santo. Y si eso ocurre, «mucha gente» se va a añadir al Señor.

La Biblia habla acerca de las obras de la ley y las obras de la fe. Estas dos designaciones son muy claras. Algunas veces se muestran como malas obras vs buenas obras, u obras muertas vs obras vivas. Pero las etiquetas básicas son obras de la ley y obras de la fe. Yo supongo, en un sentido, que podemos decir que las obras de la ley son aquellas que tratamos de hacer para salvarnos. Y el apóstol Pablo dice que éstas son obras muertas. Me gustaría definirlas así: las obras de la ley son cualquier obra hecha separada de una relación de fe con Cristo. Y son obras muertas. Son inútiles en cuanto a todo lo que a Dios se refiere.

Las obras de fe son las buenas obras hechas en el marco de una relación con Cristo. En este sentido, la gente que está en esa relación, algunas veces hace buenas obras y algunas veces las hace malas. Y la gente que está fuera de esa relación, algunas veces hace buenas obras y otras las hace malas. Pero el meollo del asunto es estar en Cristo o fuera de Cristo.

La Biblia también explica el propósito de las buenas obras en la vida del cristiano. Y resulta bastante dura en este punto: las buenas obras nunca tienen el propósito de salvarnos para el cielo. A. T. Jones se puso de pie y dijo así en la década de 1890: «Las obras no cuentan para nada». Y fue reprobado por su fuerte declaración. Decir que las obras no tienen nada que ver con la salvación es erróneo. A mí me gustaría añadir una palabra, en un intento por corregir esa frase. Nuestras buenas obras no tienen nada que hacer para lograr nuestra salvación. Pero tienen algo que hacer en relación con la salvación. Y aquí está la razón. Las buenas obras son siempre el resultado de la fe genuina en Cristo. Y el propósito de las buenas obras es glorificar a Dios. «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Y precisamente es la gente salvada la que quiere glorificar a Dios. Si no tienen la menor inclinación por glorificar a Dios, es suficiente evidencia de que todavía no han sido salvos. Las dos van juntas.

Y éste, por supuesto, es el tema de Santiago. El apóstol aclara que la fe y las obras van juntas, como el amor y el matrimonio; y «el amor y el matrimonio van juntos, como el caballo y el carruaje» (es una canción popular norteamericana de los años cuarenta). Creo que la ilustración ya no se aplica muy bien al matrimonio y el amor. Y, después de todo, no he visto demasiados caballos y carruajes últimamente. He tratado de imaginar alguna otra ilustración acerca de dos cosas que siempre van juntas. El trueno y el relámpago, quizá (pero mientras más cerca están, peores son, usted lo sabe).

El trueno y el relámpago no siempre van juntos. De modo que alguien salió con una mejor ilustración. La sombra y la luz del sol. Excepto para la gente que vive en Seattle (allí casi siempre está lloviendo y hace frío). Cuando se les pregunta qué hacen en el verano, la gente de Seattle responde: «Bueno, cuando cae en domingo, nos vamos de pesca». Por tanto, quizá debemos cambiar la ilustración simplemente por la luz y la sombra. Ellas siempre van juntas.

La fe y las obras van juntas, según Santiago. Usted no puede separarlas. La fe genuina producirá obras genuinas. Quizá por eso la Biblia dice que seremos juzgados y recompensados por nuestras obras. Dios no se proponía dar la impresión, mediante sus profetas y sus escritores sagrados, de que podemos ser salvos en ningún sentido por nuestras obras. Pero si fe y obras siempre van juntas, nunca separadas y solas, entonces, si usted dice que somos salvos por las obras, lo que está queriendo decir en realidad es que somos salvos por fe. Además, por supuesto, Dios es capaz de juzgarnos y recompensarnos de acuerdo con nuestras obras, porque Él conoce los motivos que están detrás de ellas.

Un servicio fúnebre que celebré cierta vez ocurrió junto a la tumba de uno de los miembros de la banda de motociclistas «los angeles del infierno». La lápida de su tumba lucía presuntuosamente estas palabras: «Por siempre rebelde». ¡Qué epitafio! Yo me llené de ira inmediatamente. Quería alejarme al instante de aquella tumba, de aquel epitafio y de todo aquel asunto. ¿Quién querría gritar ante todo el mundo las palabras «Por siempre rebelde»? Luego comencé a pensar, sólo Dios sabe qué lo hizo ser así. Cuando nuestros jóvenes se rebelan contra la iglesia, por haber oído demasiada justicia por las obras de la ley, sólo Dios conoce sus corazones y puede juzgarlos. ¿No se siente usted tranquilo al saber que el asunto estará en mejores manos que las nuestras, cuando llegue el momento de juzgar las acciones de las personas?

Santiago puso muy en claro que si usted realmente tiene fe, lo va a demostrar haciendo que sus palabras sean justificadas por sus hechos. Santiago no habla acerca de causas de nuestra salvación, como lo hace Pablo. Este es un punto que con frecuencia no captamos. Santiago está hablando acerca de cómo saber si una persona tiene fe genuina o no. ¿Y cómo puede usted discernirlo? Si una persona tiene fe genuina, está interesada en las buenas obras, pero en las buenas obras de Dios, no en las suyas propias.

Es alentador saber que las obras de Dios pueden llegar a ser mis obras. Escuche estos interesantes pensamientos:

«Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras» (Isaías 26:12). «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). «Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo Él en vosotros lo que es agradable delante de Él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Hebreos 13:20-21).

Yo estoy interesado en las buenas obras, ¡las de Dios! ¿Y usted no? Oremos y estudiemos, mientras la iglesia lucha con este problema, para que no vayamos a terminar en lemas acerca de la salvación que nos induzcan a evadir las buenas obras. Más bien, busquemos la verdadera salvación a través de la fe, el amor, el perdón y la aceptación, incluyendo las obras de Dios que siempre los acompañan.